[29]

6.7K 954 729
                                    

Tuve que respirar hondo unas cuantas veces mientras que miraba el mapa en mis manos. Después de largas corridas, de estar atenta a lo que me rodeaba y de las pocas horas de sueño. El cansancio estaba embobándome lo suficiente como para tener que verificar muchas veces nuestros pasos. Si no hubiese sido por la adrenalina corriendo por mis venas y la imagen tatuada en mi mente de mis amigos siendo torturados, probablemente podría haber colapsado en los primeros metros. Ellos eran la patada de corriente necesaria para volverme a centrar en el objetivo.

Las horas se sintieron eternas al correr o trotar en dirección al campamento. Podrían no haber estado tan lejos de nosotros, pero a pie parecía ser más difícil de lo que lo habían hecho pensar. A diferencia del otro grupo, la urgencia en nosotros era distinta y no podíamos detenernos en el camino. Teníamos que encontrarlos, a los que quedaban o si estaban todos.

Me sentí orgullosa del grupo que me siguió y cómo a pesar de estar exhaustos después de tanta corrida, ninguno abandonó. Se quedaron conmigo, agitados y boqueando en busca de aire cuando tomábamos solo unos segundos para recuperar el aliento y continuaban. Solo esperaba que tuvieran la misma energía para cuando llegáramos en donde nos necesitaban.

Por cada árbol que esquivábamos, más buscaba la luz o movimiento que me dijera que habíamos llegado, que estábamos cerca. En momentos pensaba escuchar voces o gritos, pero sabía que eran de mi cabeza, de mis miedos y preocupación por quienes estaban allá. Me aterraba la idea de perder a cualquiera que había ido ahí, ya había pasado por ese vacío en el pecho y esa impotencia. No podía volver a pasarla, ni tampoco peor.

Era como un fuego en el pecho que no podía apagar y que solo se agravaba con el paso del tiempo y que no llegábamos.

Una vez más tuvimos que detenernos, el grupo tambaleándose en busca de aire y me animé a que tardáramos unos segundos más que las últimas veces. Mientras que yo me masajeaba un costado del vientre, Claire se apoyó levemente contra un árbol que pareció ceñirse a su agarre y brotar algunos pimpollos en sus hojas.

Abrí el mapa, que siendo sincera no servía de nada más que direcciones básicas, y miré hacia lo que seguía siendo el lado Este. No habíamos dejado de correr en esa dirección, pero tampoco quería equivocarme y que llegáramos a otro lado.

—¿Sabes cuánto podría faltar? —la escuché soltar por lo bajo, su estado agitado haciendo que sea más difícil entenderla—. No creo que podamos correr tanto más...

Tenía razón. Nuestros compañeros prácticamente parecían caerse en sus rodillas en busca de oxígeno; solo dos días de entrenamiento no equivalían a meses de lo mismo. Con la inquietud volviendo a mi pecho, me acerqué a ella que poco a poco se estaba recuperando hasta separarse del árbol y pararse.

—No pueden estar más lejos, venimos corriendo hace mucho. El Doc dijo unos kilómetros, pero son más de los que pensé...—suspiré, pasando el dorso de mi mano por mi frente para limpiar el sudor. El latido constante por el calor se estaba volviendo bastante molesto—. Solo espero que sean pocos, ya estamos perdiendo tanto tiempo...

Una de las manos de Claire cayó en mis hombros.

—Vamos a llegar, Tay —me animó, ella también bastante inquieta al morderse el labio inferior—. Vas a ver que sí.

Por instinto me aferré a su mano, esa esperanza en ella contagiándose un poco, pero de igual manera preocupada. El mínimo rasguño que cayera en cualquiera de ellos me dejaría sin aire, la mala sensación en mi pecho expandiéndose al pensarla y tuve que agitar la cabeza antes de seguir con el camino. Esperando a que el resto se recompusiera caminamos unos minutos, preparándonos para volver a seguir la misma corrida, y de no ser porque escuché las voces cerca, habríamos caído frente a frente con campamento militar que tanto habíamos buscado.

SUPERNOVA ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora