Capítulo 11

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Daniel me metió dentro de la habitación, cerrando la puerta a su paso. En los últimos días aquellas cuatro paredes habían cambiado bastante. Las había "hecho mías", justo como Cristina decía. Todavía no había puesto pósters, pero había guardado toda la ropa en el armario, el ordenador sobre el escritorio y algunos libros nuevos en la estantería.

Además de la ropa de cama, que Cristina había ido a comprar conmigo. Quizás en las revistas lo ideal era todo blanco e inmaculado, pero para mí la belleza estaba en el color, y en su variedad.

—¿Qué estás haciendo? —Le recriminé, pero aún así dejando que me guiase hasta la cama.

Daniel me hizo caer sobre la nueva colcha y, pocos segundos después, su cuerpo se sitió sobre el mío. Mi respiración se volvió entrecortada mientras toda su extensión envolvía la mía y nuestras respiraciones se entremezclaban cuando su rostro me alcanzó.

—Demostrarte lo que te pierdes con Logan —respondió.

Y acto seguido, sus labios abordaron los míos.

No me dio tiempo a protestar y, siendo sincera... No quería hacerlo. La boca de Daniel atrapó la mía, llenándome al completo y creando una danza con nuestros labios de la que no quería escapar.

Mis manos se adueñaron de mí. Bajaron por su espalda, apretando sobre la camisa hasta llegar a sus pantalones, y aprovechando el hueco para meterse por dentro de su ropa y así poder volver a ascender a través de su abdomen.

Daniel era suave y duro, y despertaba cada célula que parecía dormir en mi interior. Él tenía razón, y con Logan me estaba perdiendo toda aquella baraja de sensaciones, pero no iba a confesárselo.

Envolví su cuerpo entre sus piernas cuando sus labios abandonaron los míos y comenzó a dejar aquellos besos en la delicada piel de mi cuello. Cada pequeño roce, cada caricia, hacía despertar una parte de mí que solo parecía viva a su lado.

La boca de Daniel se apoderó de mi cuerpo mientras sus manos hacían lo mismo que las mías, buscando una pequeña apertura entre mis ropas para colarse y tocarme. Y lo consiguió, pero apenas estuvo unos segundos mandándome escalofríos a través de mi estómago, rodeando el ombligo y volviendo a bajar...

A bajar, hasta encontrarse con el botón de mis pantalones.

Cerré los ojos cuando sus dedos lo desataron, y contuve el aliento mientras notaba como la mano se metía en mi ropa interior y rectaba hacia mi sexo.

—Ah... —suspiré, pero eso no le hizo frenar.

Sus dedos alcanzaron mi sexo, y a los pocos segundos también mi clítoris. Volvió a tocarme, justo como lo había hecho las dos últimas veces, acelerando mi ritmo cardíaco y haciéndome desear más en poco tiempo.

Me iba a quejar, no porque no lo desease, sino porque no era el momento. Sus padres estaban arriba, y no era la mejor idea acostarme con él mientras ellos veían la tele, bajo el mismo techo.

Pero antes de que pudiera protestar, los labios de Daniel abandonaron mi cuello y comenzó a bajar por él, dando besos a mis brazo mientras mi respiración se aceleraba imaginando lo que venía después.

—¿Qué haces? —Pregunté tontamente.

Su boca había llegado a la cremallera entreabierta de mis pantalones, y él alzó la cabeza para mirarme desde abajo apenas durante unos segundos.

—Demostrarte que puedo grabarte mis orgasmos en tu cabeza.

Y tiró de mis pantalones lejos de mis piernas.

Mis bragas fueron después, y a los pocos segundos tenía los labios de Daniel sobre la piel interior de mi muslo, grabando un camino invisible de besos que bajaban a través de mi ingle.

Hazme Olvidar ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora