Capítulo 32

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—Estamos bien, solo un poco hambrientos

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—Estamos bien, solo un poco hambrientos.

Lancé una mirada hacia la recepción del hostal a las afueras de Las Vegas donde Daniel estaba pagando por una habitación para nosotros. No tenía mucha idea de qué podíamos hacer allí, cuando no teníamos edad legal para apostar, y me había dejado mi carnet falso en la casa.

Cuando me sacó de la cama a las cinco de la mañana, lo último que esperaba era terminar en Las Vegas, la verdad.

—De acuerdo —contestó Cristina al otro lado—. Id a una cafetería, y mantenme al tanto.

—Claro —asentí, dándome cuenta de que Daniel estaba extendiendo el dinero en billetes—. Te cuelgo, que ya vuelve.

Dejé la llamada y metí el teléfono en el bolsillo. Simulé estar buscando algo en el bolso, inclinándome sobre el asiento del coche. Había dejado la puerta abierta para esconderme detrás, pensando que serviría de algo.

Sin embargo, cuando Daniel llegó a mi lado, preguntó:

—¿Qué te han dicho mis padres?

Maldición. Me había visto.

—Que desayunemos.

En realidad, no era mentira. Además, tenía hambre. Mucha hambre.

—Nuestra habitación es la dulce suite 405 —respondió, sacudiendo una llave con el número grabado en sus dedos—. Pero como no tenemos equipaje, ¿te parece si primero vamos a comer algo?

Por favor y gracias.

Fuimos a un pequeño restaurante de carretera donde no dudé en ponerme las botas entre café y huevos revueltos. Llevaba demasiadas horas despierta sin comer como para no notar el hambre.

Después de eso nos movimos a un centro comercial para comprar al menos pasta y un cepillo de dientes para pasar la noche, y luego caminamos por las calles de Las Vegas. Me hubiese gustado ver la calle Fremont de noche y mucho más entrar en alguno de los casinos, pero no pensaba tentar mi suerte.

Intenté animarle hablando, sacándonos fotos como si fuésemos turistas y, en definitiva, tratando de que pasara un buen día a pesar de que nos habíamos escapado.

No tenía ni idea de qué pensarían sus padres del hecho de que yo me había ido con él, y no otro de sus amigos. Sabían que nos habíamos hecho amigos, Cristina había admitido que nos veía unidos, pero, ¿hasta qué punto?

Esperaba que no lo sospechasen.

Sin embargo no era lo importante en aquellos momentos. Cómo se encontraba Daniel, la preocupación de sus padres, el conflicto que tenían... Necesitaba resolverse. Odiaría que aquella familia se viese separada, cuando podías notar lo mucho que sus padres le querían.

Hazme Olvidar ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora