Capítulo 14

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*Contiene escenas +18


Después de que me hicieran un lavado de estómago y que mi cuerpo luchara durante varias horas por seguir viviendo, permanecí varios días internada. Tenían miedo de que si salía, volviese a hacerme daño.

Fui evaluada por el equipo de psicología del hospital. De alguna forma llegaron a la conclusión de que lo había hecho porque me sentía sola, pero no tenía más familia con la que ir, y ya había cumplido los dieciocho.

Allí aparecieron los Black. Al enterarse de lo sucedido se ofrecieron a acogerme en su casa, al menos hasta que terminara el año escolar y fuese a la universidad. Tanto ellos como mi psicóloga pensaban que sería una buena idea y que, si me recuperaba, podría seguir con mi vida.

"Siempre sentirás el dolor de la pérdida, Emily, pero debes aprender a lidiar con él".

De todos modos, mi otra opción era ser declarada incapacitada y permanecer internada en un hospital por suponer un riesgo para mi propia vida, ya que si no me iba con los Black seguiría sola. Y según ellos, esa soledad era lo que me había llevado al intento de suicidio.

Fue mi amiga Sam quien me encontró, tirada en el suelo de mi habitación. Me había olvidado que tenía las llaves de casa. Cuando desperté no quise hablar con ella, por vergüenza... y por enfado. Porque no me había dejado cumplir con mi destino y quitarme por fin el dolor.

Por todo eso era que los Black estaban tan encima de mí. No sentían solo pena porque fuese la chica huérfana. Tenían miedo de que volviese a hacerlo. Me registraban la mochila por las mañanas, y probablemente también había registrado ya la habitación en busca de pastillas.

De todos modos, tampoco pensaba volver a hacerlo. El dolor físico al despertarme fue horrible, y me negaba a intentarlo por ese camino de nuevo.

Por lo menos, lo que sí intentaría, era vivir.

Porque si en algo había tenido razón mi psicóloga y los Black cuando se reunieron conmigo después de que todo sucediera, era en que mi madre no hubiese querido eso para mí. Ella hubiese querido que luchara, y que viviera. Que lo intentara.

Y eso estaba haciendo en casa de los Black. Vivir por ella.

El domingo por la mañana me levanté pronto para ordenar y limpiar el desastre en el que se había convertido la planta baja de la casa, llevándome una sorpresa al encontrar a Daniel haciendo lo mismo.

Estaba recogiendo envases del suelo cuando me vio aparecer, con una bolsa enorme de plástico en la mano. Le hice un pequeño saludo y comencé a hacer lo mismo, pero él se acercó y me quitó una lata de cerveza de la mano.

—Es mejor que desayunes primero para tener fuerzas —me avisó—. Quedan huevos revueltos en una sartén, por si quieres.

Después del susto con Cassie apenas había dormido y tampoco tenía mucha hambre, pero aquel salón me decía que tardaríamos al menos una hora en recogerlo todo, y otras dos en limpiar, así que le hice caso y me moví a la cocina. También estaba sucia, pero ya no había basura por el suelo ni en la encimera. Daniel debía haberlo recogido todo.

Treinta minutos después me uní a él, agradeciendo la comodidad de unos pantalones de deporte cómodos, que probablemente después echaría a lavar. Tardamos algo menos de lo que yo pensaba. Daniel limpiaba deprisa y con esmero, y para la hora de la comida nadie pensaría que en aquella casa había tenido lugar una fiesta.

—Te invito a comer, te lo has ganado —me dijo cuando sacamos la última bolsa de basura a los cubos.

Me pasé una mano por la frente, cargada de sudor por el clima pesado de aquella ciudad, tan diferente a Nueva York. Estaba físicamente agotada, y probablemente necesitaría echarme. Me había acostumbrado a no dormir después de la muerte de mi madre, pero no a mezclarlo con moverme. Sin embargo, también tenía hambre.

Hazme Olvidar ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora