XII. para siempre.

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Los días transcurrieron como el agua colándose entre los dedos. Día tras día sin saber con exactitud la manera en la que podría avanzar, pero el tiempo no se detenía por mí, ni por nadie.

Aún recordaba su aroma, su encantadora mirada y adorable voz. Aún percibía en mi piel su firme tacto... a pesar de que se estuviese desmoronando.

Lo extrañaba demasiado.

Mis alrededores no hacían más que traer a mí mente, todos los momentos que viví junto a él, cada risa, palabra o gesto entre los dos. Es como si estuviese aún aquí.

Y sabía que eso, no era más que mi deseo de poder verle siquiera una vez más.


El hogar de la familia Kwon era acogedor, tanto como él. Tras varias semanas de haberse marchado, su familia y yo no perdimos el contacto, de hecho, se mantuvieron más atentos a mí. Posiblemente, preocupados por las represalias que pudiesen ocurrir.

Lo agradecía tanto, ya que, de no ser por ellos, mi vida estaría cuesta abajo, sin saber cómo continuar avanzando.

Un día de esos, la madre de Soonyoung me invitó a su casa, con el pretexto de cenar, sin embargo, estando ya en la reunión, salió el verdadero motivo de su invitación.

"La habitación de Soonyoung es la última del pasillo derecho, me parece que tenía unos obsequios por darte" fue lo que dijo mientras le ayudaba a recoger los platos de la mesa.

Era verdad. Hana había mencionado que el día que comenzó a presentar malestares intensos fue ese jueves que tanto esperé, cuando llevaba esos regalos que le insistí no comprar. Lo internaron por preocupación y para su desdicha, no volvió a salir porque los especialistas, su familia y él, sabían lo que se aproximaba.

Si tan solo pudiese, retrocedería en el tiempo y así le pediría saber un poco más de su persona, incluso si se hartaba de mí, no importaba. De esa manera, todos etos meses, tal vez hubiesen sido diferentes para él, su familia y para mí. Quizá todos tuviésemos un final feliz.

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Ahí estaba.

Olía a café. Su habitación olía a café. Uno de mis olores menos preferidos, pero de él, su favorito.

Habían un par de cosas desordenadas en el lugar, las sábanas de su cama, algunas fotografías y pila de libros sin orden alguno sobre el escritorio. Suponía que era parte del duelo de su familia, mantener todo intacto por un lapso indeterminado.

Las paredes estaban repletas de cuadros, pinturas y fotos, la mayoría de paisajes o familiares.

Sus estantes también tenían libros e igual, estaban desacomodados. Al acercarme al escritorio, la lámpara de estudio que ahora yacía apagada, enfocaba una libreta abierta, las hojas mostradas, tenían rayones, garabatos y palabras que no lograba entender.

Al lado de la libreta, habían dos porta-retratros. En uno estaba él y su familia. En el otro estaba solo él... sonriendo, sosteniendo un cuadro en sus manos, sus adorables ojos se convertían en una genuina sonrisa que, igual a mi me provocaron esbozar una.

Suspiré. No quise revisar más. Sería invadir su privacidad.

Decidí sentarme al borde de su cama, dejando salir un quejido. Dolía mucho el saber de él cuando ya no se encontraba aquí. Junto a mí.

Liebesträume ; soonhao Où les histoires vivent. Découvrez maintenant