Capitulo 13: El Primer Asesinato

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El viento soplaba con fiereza en el centro del bosque, golpeando su rostro sin control. Las ramas de los árboles se mecían con vigor, y la oscuridad de la noche no la ayudaba a disminuir el miedo que sentía.

La tenue luz que emanaba la luna no le hacía fácil la tarea de observar a su alrededor, y eso la incomodaba.

Se encontraba en el bosque, a altas horas de la noche sola sin nadie que pudiera cuidarla de lo que se avecinaba. O, mejor dicho, quien. Estaba allí, podía sentirlo por cómo se movían los árboles, por el olor del azufre que emanaba el viento y sobretodo, por las pequeñas risas que escuchaba a lo lejos.

Se sentía temerosa, pero aun así no salía del circulo de velas apagadas que la rodeaban. Estaba allí para cumplir su cometido, y el miedo a algo desconocido no iba a impedírselo.

Susurros

Pisadas

Frío

Desesperación

Lamentos

Todo a su alrededor se sentía pesado, sofocante. Las risas comenzaron a hacer más notables, comenzaron a adentrarse a ella, como si de su voz interior se tratase. Pero estas eran escandalosas, burlescas y oscuras.
Los pasos que daba quien ella esperaba, se hacían más graves, resonaban por todo el bosque, asustando hasta a los mismos animales.

"Ya viene..."

"Las sombras de la noche..."

"Nuestro Señor..."

Susurraban entre estruendosas risas maquiavélicas. Se reían de ella, de su sufrimiento, su dolor y sus errores. Las voces estaban allí para recordarle lo que había deseado con todas sus fuerzas. Estaban allí para atormentarla hasta el final de sus días, más no le importaba. Podía soportarlos, o eso quería creer.

"El padre de las tinieblas..."

Entre la penumbra de la noche, un varón se acercó a ella. Llevaba consigo un candelabro que emanaba una tenue luz rojiza, la cual milagrosamente no era apagada por la ventisca. El hombre de traje negro y corbata roja, sonreía lobunamente, enseñándole lo que traía en su mano izquierda: un sacrificio.

—Que puntual eres —alagó falsamente el varón de traje—. Me fascina cuando las personas son tan codiciosas como tú, es excitante ver hasta dónde pueden llegar con tal de cometer sus deseos más oscuros.

—Ya sabe porque lo soy, no finja asombro.

La sonrisa del mayor se ensanchó, más no de alegría, sino de bravura.

—Más respeto, jovencita. Recuerda tu lugar y quien soy.

—L-lo siento, Señor Oscuro —se postró ante él, en señal de respeto—. Perdóneme usted, es solo que estoy realmente desesperada. Lo extraño tanto...

El Bosque De Las Almas Perdidas ©️Where stories live. Discover now