Capitulo 5: Deja que tu alma se queme

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Tres semanas después

Pasos se escuchaban en la lejanía. Cada paso que daba, resonaba entre los muros oscuros del pasillo que atravesaba. El tiempo había llegado y ella estaba feliz por reclamar lo que había estado esperando por más de diez años.

Entre pasos pausados ella se acercaba, y el pobre hombre sabía lo que eso significaba. Días antes lo había descubierto, el contrato resultó ser una farsa. Ella lo había engañado.

La puerta de madera se abrió de golpe por una ráfaga de viento, haciendo crujir la madera de la vieja puerta. Tras la puerta apareció una dama, vestida completamente de negro y con una máscara que simulaba ser el cráneo de un cuervo.

La dama misteriosa se acercó al hombre que la esperaba titubeante sobre una mesa vieja, y con las manos temblorosas. La dama, sin preámbulo se sentó sobre la mesa con una elegancia escalofriante y segura. Se cruzó de piernas y tanteó la mesa con lentitud. El pobre hombre tragó grueso, estaba asustado y aunque quisiera, no podía salir de esa situación.

—El contrato a finalizado, querido.

Ronroneó la dama, acercándose más al hombre, mientras acariciaba su cabello.

—Me mentiste —acotó este, con miedo—. En ese estúpido contrato no decías que ibas a tocarlo.

Eso molestó a la dama misteriosa, así que, en un ataque de ira, agarró con fuerza el cabello del hombre, casi arrancándole el cuero cabelludo.

—Te dije que lo leyeras bien —soltó su melena y bajó de la mesa con elegancia—. Siempre hay que leer las letras pequeñas.

La dama de aura oscura, sacó de una esquina de su falda, un papel blanco y lo extendió sobre le mesa.

—Sólo necesito una gota de sangre para sellar el trato —tomó una de las plumas de punta fina que tenía el mayor—. Y la tuya es perfecta para esto.

Sin previo aviso, clavó la pluma en la mano del mayor y la sacó, haciendo que un leve sendero de sangre bajara por ella. La dama sostuvo con fuerza descomunal la mano del hombre, y dejó que varias gotas de sangre cayeran sobre el papel, manchándolo. Validando lo que ella deseaba hacer.

—Fue un gusto hacer tratos con usted, señor.

Sobre la hoja, la sangre se fue transformando y pasó a convertirse en una firma idéntica a la que poseía el mayor.

—¡No! Me mentiste —gritó desesperado, al ver cómo aparecía su firma sobre el papel—. Su alma no era parte del trato.

—Ay por favor —rio, burlándose de él—. Deberías de saber que el diablo siempre miente, querido.

El Bosque De Las Almas Perdidas ©️Where stories live. Discover now