Capitulo 17. Ojos de humano

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"Aquí estoy. No sabes cuánto te extraño." Me decía mientras la luz del sol luchaba por mantenerse entre las cortinas. Escucharla se había vuelto una alarma natural, ya ni si quiera sabía si seguía dormida, a veces quisiera verla al despertar, que entrara por la puerta blanca y le saludara, eso mantendría mi día lleno de vida, pero ¿Qué necesidad tenia de molestarme? Cuando rogaba porque la noche llegara y poder descansar, ella aparecía gritándome; me tenía confundida ¿la odiaba o la amaba? Las ganas de llorar volvieron, perdí la cuenta en las que estas gotas se convertían en rabia sin darme cuenta.

 Ni siquiera estando en otro mundo puede dejarme en paz, la que me hace acurrucarme en las sábanas mientras su voz me cobija con sus nanas, y al otro día sus palabras me hicieran gritar sobre la almohada. Entonces la duda vuelve a mi: ¿Extraño que me acompañes en la mesa? Hace tiempo que mi mente amenaza con olvidar tus ojos, y en mis sueños esa escena vuelve a repetirse, he intentado crear hechizos que me borren los recuerdos, es una pena que aún no funcionen, quisiera eliminar ese día en el que me mis moretones eran invisibles, por más que arremangaba mi suéter, y me descubriera el pecho, no lograbas verlos. El día en que me pediste que confiara mientras tu temblabas cuando leía, solo después de que terminaba un párrafo en voz alta, era tu turno. 

Es difícil creerte y, sin embargo, lo sigo haciendo como si mi corona no existiera; tienes razón, no la tendría si no me hubieras presionado.

Aquella vez, intente tomar tu mano, pero ya era muy tarde, nuestra pequeña casa no estaba, mis pies ya no tocaban el sofá, en vez de eso un lugar lleno de flores presencie, al alzar la mirada un gran castillo note, uno de verdad, era tan grande que quizás podríamos meter a toda la ciudad ahí, me sentí muy bien, nadie se burlaba de mis brazos gordos, ni mi pies descalzos, las sonrisas sobraban, pero tu calor me hacía falta. Y tras volver, te encontré sentada escuchando la radio mientras tejías un gorro en la mecedora, me pareció fuerte no ver melancolía en tus ojos, cuando me viste entrar, esperaba tus manos alrededor de mí, pero solo me preguntaste por el color de mi cabello, el cual no duro mucho, volvió a ser tan negro como tus pupilas al dar un paso.

Si jamás hubiera aceptado traerte, tal vez te extrañaría, pero tu abrazo después de pelear hace a mi furia pequeña, me hace débil, aunque sé que los moretones que no puedo ver son solo obras tuyas, sin ellos me siento vacía. Y aun estando en otro mundo, me es imposible responder ¿si te amo o te odio? Lancé el collar en cuanto volví a escucharte, por hoy son suficientes heridas, tal vez mañana encuentre algún pedazo de mi piel en blanco. Le he dado vuelta a la hoja para seguir con esta carta que nunca te llegara, esta de mas sacar otra, aunque la pluma entre mis dedos esta inquieta por seguir escribiéndote, sé que si lo hiciera la respuesta vendría a mí, pero por alguna razón inexplicable, no quiero saberla.

Carolina

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El ruido y la tensión lo hizo abrir los ojos aun con las cobijas encima, su corazón no hayo el momento en el cual calmarse en cuanto vio la cama de Verónica vacía, corrió hasta poder ver el área de salida, ese cabello rubio entre la capucha era inolvidable, entonces el enojo recorrió su cuerpo tanto que su estomago ardió, él le exclamo a la rubia el resumen de la discusión de hace un día. Su respuesta le pareció egoísta, era igual que el hombre de túnica. Quería preocuparse por ella, creando escenarios posibles en su mente en donde se iría a la basura, par el hombre, todos tenían una gran posibilidad con cada hora que pasara fuera del refugio, sin embargo, la idea de que solo fuera un capricho le reconfortaba. Hasta que por encima de su hombro le vio, miro su amanecer con mochila y lanza en mano, fue ahí donde su ritmo cardiaco se desestabilizo.

Glyfalia. "El Libro Perdido"Where stories live. Discover now