Capítulo 49. La muerte de frente

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Esta noche, la odio y la amo como nunca. Durante todo este tiempo, jamás había estado tan cerca del amor como esta vez; su reina volvió a utilizar sus tazas de té favoritas solo con él, justo después de contarle a detalle el plan para recuperar la seguridad de su reino, justo después de que aquella mujer hermosa ignorara el reposo y tras admirar el paisaje del ventanal, dejarse llevar por los sentimientos de su mano derecha, uniendo sus labios como siempre lo había soñado, no, esto era mucho mejor.

Pero el odio de esta noche comenzó con una flecha quebrando la puerta de cristal hacia la terraza; mismo momento en el que los mechones rojos de su amada se erizaron como los de un gato enojado. ¿De verdad comenzarían ahora? Apenas había pasado poco más de veinticuatro horas de su riesgoso encuentro y, ya tenia a sus rivales de vuelta fuera del castillo. Era de esperarse que su siguiente encuentro seria así, sin aviso e ignorando el tiempo. Pero, Lepuef recordaba perfectamente el modo en el que ambas pelearon, cada golpe que las hizo caer y sangrar, a veces en el mismo tiempo, los agarres con los que se amenazaban una a la otra sin importarles lo que sus espectadores pensarían después.

Aquel rayo azul que permaneció escondido en el bosque le reconoció en dos segundos, además de desear en la victoria de la reina, deseaba que esta vez, no tuviera piedad con ese inútil hechicero. Carolina no aparto su mirada de la flecha de luz que permanecía en el suelo de su habitación enterrada.

Ella pronto alejo al sirviente del ventanal, para después cerrarlo rompiendo las maderas enormes de su cama moviendo sus brazos hacia esa dirección, quebrándolos sin importar cuando tiempo se llevó armar todos los detalles de su bella cama, dirigió las manos hacia el cristal roto y cubrió hasta el ultimo hueco de este con ello. Estaba preocupado por ella, veía como tomaba uno de sus vestidos elegantes y se desenredaba el pelo como si el tiempo no tuviera importancia; le preocupaba que aun fuera poco lo que descanso, no quería volverla a tener en cama moviendo apenas solo un dedo mientras su rostro pálido se enfriaba.

Pero, los ojos de su majestad temblaban, al viajar del tocador, hacia el ventanal y terminar en la esquina en donde el hombre mas amable la observaba con admiración. Se le notaba que a pesar de que tomara el peine con las muñecas firmes, su corazón no dejaba de advertirle lo peligroso que esto seria en cada bombeo.

—No los venceré con mis ojeras resaltando —Amaba el humor de la reina en los momentos inoportunos, pero con su vida en riesgo, no podría reírse ahora, ni mañana al hablar sobre esto; si es que el mañana volvía. Confiaba plenamente en ella, aunque las consecuencias terminaran mal, solo le quedaba estar a su lado. El primero en sufrir una taquicardia antes de cada decisión riesgosa, era él mientras le observaba a lo lejos —¿sabes lo que es eso? —pregunto mientras señalaba el arma.

—Parece una lanza minúscula que funciona con impulso, impulso y buena puntería.

—Es traición —interrumpió —En un arma silenciosa, fabricada para atacar desde lejos bajo cualquier sombra; puede matar a quien sea sin prever el origen, si apuntas en el lugar exacto, nadie sabrá de donde provino. Es por ello, que jamás deje que nadie supiera de ellas. Prefiero que me traicionen de frente. Fue un arma que se utilizo muchos años atrás en el mundo en el que nací. Esto, solo puede ser idea de Emily.

Gruñendo el nombre de su enemiga se dirigió a la puerta abriéndola sin cuidado asustando a los guardias que protegían su habitación desde anoche, sin importar que había roto las bisagras de está. Escucho otro cristal romperse en la siguiente habitación, arrebatándole su lanza a uno de ellos, el sonido de sus pisada retumbaba igual que si lo hiciera con zapatos puestos, su compañero le seguía, intentando hacer que deliberaran tan solo unos minutos más sobre el plan. Mientras ella apresuraba el paso, los metales que se encontraban en los pasillos, los tomaba sin perder su postura, el amuleto debajo de sus costuras brillaba mientras el metal se unía cubriendo sus hombros, sus rodillas, su pecho, su espalda, estaba forjando su armadura mientras caminaba.

Glyfalia. "El Libro Perdido"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora