Capítulo 30. Paz y muerte

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Faltaba muy poco para llegar a su próximo destino, después del último encuentro con los guardias, no volvieron a verlos tan de cerca. Las heridas aun no sanaban, era un dolor tolerable, al menos para Erick, ya que la rubia parecía no haber tenido ni un solo rasguño después de haber pasado tan solo dos horas, su único malestar era un punzar en el pecho. Al despertar no recordó lo que sucedió en esa batalla con exactitud, lo único que recordaba por voluntad era a su hermana llamando la atención, fragmentos de las voces de los guardias, y aun glyfaliano de rehén tomado por Erick, que ahora, ya no se encontraba. En este momento, estaba segura de que aquel ser ahora mismo está despertando el enojo de la reina con su reporte.

Tenía una borrosa imagen del lugar destrozado, del sendero entre los pastizales al ser arrastrada por su hermana hasta el bosque. Al caer la noche refugiados en las alturas de un gran pino, esa noche su mente estaba completamente cansada, aturdida y confundida por no poder recordar con claridad lo que había pasado con este nuevo poder, esa noche durmió en un árbol distinto al de su hermana y Erick, estaba desesperada, quería que el hechicero apareciera en cualquier momento incluso inoportuno, como aquel inesperado día, sin embargo, por más que se esforzaba en concentrarse en su amuleto, él simplemente dejaba el teléfono sonar. 

Con el, un pensamiento que le perturbó hasta la madrugada; el rostro aterrorizado del mensajero, rogando por su vida y gritando a cada segundo que no revelaría nada de información sobre la reina. No quería verlo, pero parecía temblar mas al mencionar a su majestad, sin importarle que estaba perdiendo mucha sangre. 

Dos horas después, su torso estaba envuelto de vendajes, Verónica le ayudo a alimentarse, él parecía decepcionado al paso del tiempo, a pesar de que lo desataron después de comer, solo se quedo mirando al suelo, con las manos en sus hombros intentando abrazar su cuerpo completo, alzo la mirada lentamente unos segundos observando atentamente a sus tres secuestradores, Erick jamás bajo su lanza al estar cerca, su hermana se mantuvo atenta a sus movimientos y, en un suspiro hecho a correr, tan ágil y veloz como su dolor se lo permitió.

El simple rostro de ese ser solo la llevaba a ver la sombra de Carolina en todas partes, estaba segura de que era ella a quien vio en la puerta de su hogar aquel día, en el que el libro se abrió, su voz, esa gruesa y tenue voz que le molesto al dormir volviendo las noches largas, aún era un gran misterio, se había grabado a la perfección su acento y todos los sonidos que esa voz podría hacer, y hasta ahora, aquella mujer no le había vuelto a visitar. 

Giro su cuerpo para ver desde el otro pino a Verónica, quien dormía profundamente en los brazos de Erick, ella no quería sonreír, pero por mas que le costara a asimilarlo, su hermana al fin estaba disfrutando de nuevo, aunque sea en las noches de los árboles de otro mundo. Esa sensación le inundo por completo en la tranquilidad, saber que de alguna forma su hermana estaba bien, le hizo sentir el tronco de su cama como el algodón más suave de todos.

Aparecieron destellos de colores a su alrededor, colores oscuros sobre otros luminosos al mismo tiempo, entraban como rayos desde rumbos inesperados que, al estamparse, explotaban haciendo realidad una escena del recuerdo que a la mujer rubia le hacían falta. Una luz verde se estrelló justo en su nariz y pudo ver a un guardia dirigirse a ella con pasos audaces, muy rápido otra luz invadió su vista, dejando ver a este mismo derrotado, sentado junto a la roca en la que se había roto el cráneo, la sangre no que se derramaba de su boca no dejaba de escurrirse, sintió algo caliente que comenzó a invadirla en los dedos de sus pies, hasta sus pantorrillas. 

Los rayos seguían generándose todos de distintos puntos, pero terminando su camino siempre frente a sus ojos, uno tras otro con intensidades que no dudaban en limitarse, hasta que uno reflejo la escena que le acelero el corazón, esta pausa en su palpitar, por alguna razón se sentía familiar: Su hermana cayendo desde cuatro metros de altura, estaba a punto de impactar y por más que se esforzaba no pudo mover ni un dedo, de repente, todas las luces de colores se juntaron hasta ser una sola escena en segundos, era tan rápido que se volvió difícil mantener una sola sensación en control. 

Glyfalia. "El Libro Perdido"Where stories live. Discover now