Capítulo 18. Lanza Putrefacta

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Cada familia en el reino debía de estar prevenida en todo momento, después del anuncio que la reina había revelado, decía que nadie todo glyfaliano que se encontrará con los humanos y callara, o peor aún, les encubriera, no sería perdonado, ella mencionaba un castigo, todos sabían que ese tal castigo, eran semanas en el calabozo, y aunque no se revelaban los tratos tras esas paredes, era muy difícil ver a alguien salir de ahí.

Al parecer los esfuerzos de Mingh por contactarse con esos tres aventureros, siempre serian interrumpidos por otro guardia que le cuidaba, con la intención de: "proteger al hechicero real", una total farsa de Carolina. Decidió no mortificarse más por ello, y pensar que este tiempo perdido tendría buenas noticias de la rubia después; tenia muchas ganas de sentir el pasto entre sus pies, de sentarse debajo de un árbol e ignorar los gritos de la reina, al igual que el tiempo, sin embargo, cuando prestaba atención a su cuerpo, una vibración extraña rondaba sus piernas, era uno de los hechizos que jamás había probado por ser tan cruel, algo al cerrar los ojos le decía que si seguía sus ansias de salir al bosque, estas cadenas se encogerían tanto que atravesarían su piel, incluso hasta pulverizar sus huesos. No podía arriesgarse de ese modo.

En cambio, las hermanas estaban a solo horas de llegar a su primer destino, el primer lugar de búsqueda, muy lejano al castillo, en donde la vegetación del bosque cambiaria, la temperatura bajaría y el suelo comenzaría a deformarse desde la base de las montañas. Al poco tiempo los árboles estaban más dispersos, los arbustos eran pequeños, la calurosa mañana pronto se olvidó, tan drástico como saltar de un lado a otro y el clima seria mil veces distinto, aunque aun podía soportar esa temperatura. Cuidadosamente iban aproximándose mas a esas grandes rocas que desde hace horas visualizaban a través de los árboles frondosos del bosque; afortunadamente, no tuvieron otro encuentro de terror como el de hace dos días.

Para Verónica nada podría ir peor, temía que pasar frio se volviera costumbre, al caminar su pantorrilla seguía atormentándole, además de ese pesado pensamiento que no podía quitarse de encima, asimilando como es que el hombre con el que pensó en aferrarse, le había abandonado ¿Qué mal tenía ella? ¿Qué tan malo sonaba estar a su lado? Quisa solo había empezado a ver cosas que no estaban ahí, o que solo ella veía por mera soledad, pero su estómago le insistía que los roces con sus manos no eran pura casualidad, que ese día, lo que le dijo a solas, era de real:

"Él había salido de su habitación para desayunar a solas con ella, esto no podía ser una simple rutina, era algo más, desde hace semanas que se sentía así, su mirada lo decía, el ambiente tenía mas vida que antes, despertar ya no era tan difícil. Podría jurar que lo miraba en sus ojos cuando ocultaba su sonrisa tras observarla conversar de cualquier tema. Y ese día, mientras recogían la mesa algo distrajo a el hombre que lo hizo golpearse con la esquina del marco de una de las puerta del refugio, ella pregunto si estaba bien, había sido un golpe leve que pensó que la mujer no preguntaría nada; él agradeció por ello, mientras Verónica se acercó para a tocarle el hombro. Tenerlo tan de cerca era como elevaba sus sentidos, convertía su cuerpo en el imán que ansiaba estar cerca del metal más bello, sus pupilas se dilataron.

—Gracias, por estar aquí...—Dijo Erick con la mirada al suelo— Conversando conmigo, almorzando conmigo, cuidando del refugio, conmigo.

El corazón de la mujer latía tan rápido que toco su pelo para evitar que él se diera cuenta de su estado, pero algo cambio, de pronto el espejo frente a ella se pudo notar en cuanto se concentro en los ojos de ese hombre, brillaban igual que su ligera sonrisa, tal y como cuando ella miraba a Daniel, enamorada de ese hombre con el que pasaría toda su vida, siendo suya para siempre ¿Cómo podría decirle lo que le hacia sentir con su presencia, si ese anillo seguía en ella? acompañándole sin dejarla admirar lo hermoso de este momento, repitiendo esa escena en donde descubrió que ambos gustaban de vestidos azules. No le quedo más que sonreír, anhelando que algún día el recuerdo de aquel hombre de Bezmeck se esfumara, y así, pudiera recortar esos últimos centímetros entre ellos"

Glyfalia. "El Libro Perdido"Место, где живут истории. Откройте их для себя