Capítulo 21 La bestia inocente

24 3 7
                                    

El viento le arrastro fuertemente, más no lo derrumbó sin dar pelea, al topar con una de las paredes de la habitación se sujetó y endureció su cuerpo casi aguantando toda su respiración para ayudar a Verónica, sin embargo, el pasillo de la habitación se volvió pequeño al notar que el hombre fue capaz de correr, entonces el viento se intensifico por el tamaño y lo derrumbo por segunda vez, la salida se selló; él no se rindió empujaba la entrada con todo su cuerpo al darse cuenta de que estaba en una habitación circular, con paredes lisas, no había ninguna grieta, se detuvo hasta que sintió que sus hombros se caerían, había golpeado tan fuerte que su ropa se desgarro ligeramente del brazo izquierdo, pudo ver su piel vuelta morado junto a sus manos enrojecidas.

Cansado y afónico recargo su frente sobre la salida, no había lugar para la resignación, sin embargo, gritar el nombre de aquella mujer que le acompañaba por tanto tiempo, lo hizo querer pensar en la manera en que su nombre le llenaba tanto, mientras cerraba sus ojos; él era ese tipo de hombres que podría llorar por una perdida profundidad y al ver pasar un extraño hacia como si nada hubiera pasado, sabia que sus brazos pedían descanso, pero a costa de todo, sabía que debía salir.

Pero al abrir sus ojos el susto y sus fuerzas coincidieron en envolver su cuerpo, pues había despertado en una cama vieja, rechinante, llena de sabanas con manchas oscuras, los rayos del sol saludaban tras la ventana, al mismo tiempo que se despedían con la luna de la mano, no podía ser cierto ¿Qué es lo que estaba pasando? el llamado de la puerta le hizo dar un brinco, pero al verle más a detalle, sabía que no era la primera vez que tenía esa puerta de frente, su vista siguió recorriendo la habitación, esas paredes cuarteadas con muebles viejos llenos de polvo seguían en sus recuerdos, el patrón del piso todavía le atemorizaba en sus pesadillas, esas en donde tenía que salir corriendo y mantener su mirada hacia abajo; y esa taza de té encima de la mesa de noche...ya sabía dónde estaba.

La puerta volvió a llamar esta vez con prisa, se levantó de la cama sigilosamente y se acercó a esta, tratando de adivinar quien estaba detrás de ella, su corazón palpitaba mientras esperaba la tercera llamada, estaba seguro de que usaría sus manos cuando llegara, por fortuna, su lanza seguía en su espalda. "Olvídalo, vamos a la siguiente" dijo una grueso voz detrás de la puerta de roble, los pasos de las personas fuera al poco tiempo desaparecieron.

Tenía tantos sentimientos encontrados en este lugar, que por un momento se olvidó de todo, dio media vuelta en dirección a la cama, sin embargo, concentrarse en la realidad era una lucha total para él, la misión y el saber lo que ocurriría en pocos minutos le reventaría la cabeza, volvería a pasar, y seguía con las brazos cruzados abrazándose. Y de repente, lo que temía paso, escucho un grito desesperado de una mujer no tan lejos de él; tenia que salir de ahí y correr, correr hasta ya no sentir las piernas, tal y como lo hizo la ultima vez que estuvo aquí, pero los gritos seguían sujetándole los pies.

No, tenía que ser fuerte y salir de aquí, tenía que salvar a Verónica, y si el precio de volverla a ver era caminar de nuevo por estos pasillos, lo haría. Entonces abrió la puerta sin pensarlo más y se dirigió hasta ver de dónde provenían esos gritos, cuando salió de la habitación algo le estrujo el pecho como si las paredes se tambalearan con el viento y le arrebataran el aire cada vez que se movían el techo lleno de tréboles que recordaba seguía completamente igual, como si su bienvenida a Glyfalia hubiese sido ayer. No tuvo que abrir otra puerta, tampoco recorrer más de tres pasillos, pues se encontró con la escena horrible que le hizo detenerse con sus expresiones temblando.

Eran los sirvientes de la reina arrastrando a una mujer amarrada de manos y pies que forcejeaba por que la soltaran, tenía las rodillas rasgadas tal vez llevaban tiempo arrastrándola, su cabello alborotado y sus ojeras daban la impresión de que llevaba en el castillo varias noches; todos se habían percatado de su presencia, se quedaron inmóviles esperando a que alguien hablara, los dos sirvientes y la chica de las cuerdas miraron al hombre paralizado durante varios segundos hasta que la mujer tomo el valor para romper esta escena. Aun con las extremidades atadas con nudos apretados y los ojos llorosos, ella se levanto del suelo, Erick no podía creer lo que veía, ninguno de los guardias la detuvo. La taquicardia le invadió en cuanto la vio acercándose a él dando minúsculos pasos debido a las cuerdas, el silencio hizo del momento un macabro suceso.

Glyfalia. "El Libro Perdido"Where stories live. Discover now