Capítulo 50. PARTE 3 - Gotas la razón, sombras al corazón.

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La sensibilidad en sus piernas se marchaba lento, cuando Carolina se volvió dos al igual que todo el lugar en su vista, dando vueltas fue el momento en el que sus piernas dejaron de responderle y cayo, la molestia en ella seguía creciendo para que la pelea durara incluso dos días, sin embargo, su corazón ya no lo soportaba, sus músculos se volvieron tan ligeros que ya no era capaz de mover ni un solo dedo, tenia tantos insultos para la reina que, se resistía a que esto terminara así, la rabia le estaba comiendo hasta el último aliento, intentaba correr mientras en el exterior solo se veía a una chica dormida rodeada de escalones disparejos.

Al abrir los ojos se encontró en otro lugar, esta vez de pie intentando salir a como diera lugar de este sitio, como si lo conociera y, lo conocía; chocando sus puños sin cuidado contra el espejo que antes era una simple pared de tortura, estaba dentro de este con el agua cubriéndoles las pantorrillas; en ese momento Emily estaba tan cegada en su odio que, seguía ignorando el lugar en el que estaba, gritaba y pataleaba contra el espejo en donde solo veía una pared escurriendo sangre, como si esta nunca fuera a terminarse, bajaba como cascada. Se sentía mas ligera mientras su acción se repetía, golpeando sin parar el vidrio que por mas fuerte que lo hiciera, este solo rebotaba y resonaba el eco del golpe bajo sus chillidos, mientras dedicaba sus puños a la pelirroja.

Basta, Emily —escucho detrás suyo mas cerca de lo que esperaba, pero para ella, era más importante romper este cristal — Emily detente, por favor —volvió a oírle, estaba harta de todas las interrupciones.

—¡¿Qué no lo entiendes?! ¡Carolina destruirá todo si no salgo de aquí ya! —respondió furiosa girando su cuerpo hacia el portador de esa voz tranquila y, aunque sentía su presencia, se dio cuenta de que su única compañía era la fogata que en este mismo sitio le conoció.

Pero si ya te esta destruyendo —fue entonces que la mujer bajo la mirada, entendiendo lo que el ser de fuego le afirmo, percatándose así de que sus piernas estaban incompletas, el agua se llevaba los pedazos que se caían de su cuerpo, como si estuviera hecha de cristales, sus puños pronto se calmaron al dejar que por fin respirara con normalidad, sus ojos no de detuvieron en el deteriore de su cuerpo, siguieron hasta que se preguntara el: ¿por qué sus piernas no sentían la superficie del agua en la que se encontraba?, alzar la vista y notar que abundaba la profundidad en este sitio, no podía comprenderlo todavía, pero no olvidaba que su vida estaba en peligro —Detente, observa. Cuando estamos en peligro, cerrar los ojos puede revelarnos la respuesta que ignoramos.

A pesar de que no distinguía su voz, algo dentro de ella decidió seguirlo y, aunque la furia seguía cortándola en pedazos. Cerrando sus ojos al fin por voluntad, sintió su cuerpo punzar, al repetir en su mente el rostro de la reina matándoles cientos de veces en sus sueños, se estremeció, fruncía el ceño de solo pensarla, más el recuerdo de su amigo volvió, justo el ultimo momento en el que volvió a verle sonreír, su estómago se revolvió dejando caer sus cejas esta vez, sintió su manos relajarse, recordando ahora a su hermana seguirla cuando decidió comenzar con la misión, "No permitas que, tu magia brille con el mismo motivo que ella" escucho, siendo de nuevo la espectadora de las creaciones de Carolina, la risa y la mirada fría que tenia al lanzar, al pelear, al rugir, ella siempre tuvo lo en mente lo que quería, llena de ambición y odio... "¿Hacia donde vas a inclinarte" le pregunto, fue el momento en el que recordó a su hermana y a Erick de la mano por primera vez, los días en los que Mingh contaba historias después de sus derrotas, hasta el día en el que por fin le derribo orgullosa; el momento en el que las llamas envolvieron sus brazos y manchaba las paredes del laberinto, corriendo kilómetros sin sudar ni quiera un poco, el lugar en el que había creado la esfera de vegetación para proteger a quienes quería. Sí, estas razones, eran las que despertaban todo su potencial. Dándose cuenta, de que su deseo de venganza contra la reina estaba rompiendo con todo lo que ella era. La fogata seguía hablándole, esta vez decidió ponerle voz, imaginando que una rubia del bosque era quien le rescato.

Glyfalia. "El Libro Perdido"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora