Prefacio.

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No recuerdo exactamente la edad que tenía, pero era adolescente y mi hermana —nueve años menor que yo— una niña, cuando tuve un sueño a partir del cual comenzamos a escribir, juntas, esta historia. Lo comencé con y para ella como una forma de juego; como cuando nos dábamos palabras al azar, lo menos relacionadas posibles, a partir de las cuales debíamos escribir una historia. A pesar de su corta edad, ella era —y aún lo es— muy buena con las palabras, mejor que yo incluso. Pero con el paso del tiempo, al ir creciendo, sus intereses fueron mutando, al igual que los míos y ambas dejamos la escritura de lado.

Actualmente ella es fotógrafa y artista plástica, y yo me incliné por las ciencias; sin embargo nunca abandoné por completo un sueño en ese entonces inalcanzable: el de escribir un libro.

Hace un par de años, en 2017, retomé esta historia que había quedado inconclusa, olvidada en un rincón de mi vieja computadora, y con algo de desconfianza y bastante ansiedad, la terminé y le di la entidad de un libro. También con ansiedad lo publiqué sin leerlo dos veces; uno de mis tantos errores de aspirante a escritora. Agradezco a Aldana el que haya querido leer esta historia, olvidada por mí de nuevo, porque gracias a ella me enfrenté a mis falencias, que seguramente siguen siendo muchas, y me obligó a reescribir varios capítulos, intentando mejorarla. Incluso reescribí este prefacio, que también encontré ahora insuficiente.

En cuanto a la historia en sí, no pretende más que intentar acompañar, abrazar de alguna forma a las niñas que fuimos mi hermana y yo, y en extensión a cualquier niña o niño, real o interior, que desee acompañarnos.

Muchos de nosotros, los adultos, sin darnos cuenta cargamos con todas las heridas de nuestras pequeñas versiones, que por algún motivo no tuvieron quién los consolara, entendiera o explicara el porqué de su sufrimiento; uno que puede ser hasta insignificante, pero que se ve agigantado en ese mundo tan simple como lo es el de la niñez.

Quizá los niños y niñas de hoy sean diferentes a los y las de ayer, más despiertos o conscientes, ya que tienen un mejor y más rápido acceso a la información, padres más cercanos y pendientes y viven en un mundo cada vez más abierto, conectado. Pero los problemas a los que deben enfrentarse serán siempre los mismos, ya que son consecuencia de nuestra naturaleza humana. El miedo a equivocarnos, a lo diferente, a lo que los otros puedan pensar de nosotros; las burlas, el bullying. Eso, creo, será lamentablemente común a la mayoría de ellos sin importar el tiempo o el lugar.

Aunque los protagonistas de esta historia —los Terranautas— no son humanos, son adolescentes y enfrentan los mismos problemas que nosotros, al mismo tiempo que afrontan los más épicos, como el hecho de intentar salvar a la Tierra de un supuesto, terrible e involuntario error.

Que todos —sin importar nuestra edad— nos equivocamos, que somos diferentes e iguales al mismo tiempo, que no debemos juzgar a nadie sin conocerlo primero ni condenar sus acciones sin comprender antes sus motivos, confiando en que todos tenemos potencial y evolucionamos en el tiempo, que lo superficial no importa o que la burla y el rechazo provienen de las propias inseguridades, son algunos de los mensajes que pretendí dejar en este libro. Espero haberlo logrado y que hayan disfrutado de su lectura.

Muchas gracias por acompañarme.

Chelo Capdevila.

Terranautas: Los Visitantes Estelares.Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu