«Se Apaga, Príncipe»

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Una vez desocupado de su deber como aprendiz del rey, Eclipse pudo reunirse nuevamente con sus amigos en sus aposentos y repetir el proceso del día anterior, aunque con menos preámbulos por estar ya todos al tanto del asunto.

—Muy bien, veamos qué ocultan estas hermosas páginas... —Eclipse contuvo el aliento. Esta vez sí, podrían leer las palabras del explorador de su mismo puño y letra. Su corazón latía rápido, le transpiraban las manos. Comenzaba a abrir el libro, cuando, una vez más, alguien tocó la puerta.

—¡Y ahora qué! —gritó Teco enfadado, tapándose de inmediato la boca.

—Su Majestad, soy yo, Cetus —se escuchó por detrás de la puerta cerrada.

Eclipse guardó veloz como un rayo el libro, y abrió con resignación la puerta luego de dar un recorrido fugaz a su habitación y sus amigos, confirmando que nada lucía sospechoso. De todos modos no la abrió por completo y sólo se asomó, dándole a entender que estorbaba y debía irse rápido.

—Dime, Cetus.

—Vine a informarle que la princesa Luna y la señorita Ara Lynx están finalmente en el palacio. ¿Les digo que las recibirá ahora?

Eclipse había olvidado que el plan original de sus padres las implicaba, esperando que pasaran las vacaciones junto con ellas para que se conocieran mejor.

—¿Si las recibiré ahora? —El príncipe repitió en voz alta la pregunta y volteó buscando la opinión de sus amigos que tampoco habían tenido en cuenta la presencia de las muchachas. Grus y Mico asintieron con la cabeza, en cambio Teco negaba agitando sus brazos.

—Eso es lo que dije, Majestad.

—Sí, pero...dame tan solo un momento, por favor. —Antes de empatar y no saber qué hacer, dejó que el «Sí» ganara por tres votos a uno.

—Se lo comunicaré a las invitadas. —Cetus se alejó tras una reverencia y el príncipe cerró la puerta de inmediato, apoyándose en ella rendido.

A pesar agradarles la idea de reunirse con ellas —ambas muchachas parecían amables y simpáticas—, tanto Grus como el príncipe sentían cierta incomodidad. No sólo se sentían obligados a conocerse y convivir durante las vacaciones, sino que además representaban un estorbo para sus planes. Al no conocerlas debidamente, no tenían forma de saber si debían hacerlas partícipe del descubrimiento del diario del explorador o no, puesto que no imaginaban qué podrían llegar a pensar sobre ellos y su diario robado. Tampoco sabían si les parecería igual de interesante que a ellos. No obstante, después de deliberar rápidamente junto con los hermanos Pium, decidieron no interrumpir ni dilatar más sus planes e incluirlas en él, mostrándoles también el diario. Algo era seguro: tanto Eclipse como Teco masticaban meteoroides de la ansiedad.

Como con Luna y Ara —que para su sorpresa mostraron el mismo interés que ellos por el diario— ya eran seis, en vez de reunirse alrededor del escritorio decidieron sentarse, con las piernas cruzadas, en el piso de la habitación, formando un círculo

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Como con Luna y Ara —que para su sorpresa mostraron el mismo interés que ellos por el diario— ya eran seis, en vez de reunirse alrededor del escritorio decidieron sentarse, con las piernas cruzadas, en el piso de la habitación, formando un círculo. El príncipe sacó una vez más el diario del cajón y lo colocó con la seriedad que colocaría un libro sagrado el maestro de la reunión de una hermandad secreta, en el centro del mismo, sentándose también. Esta vez sin interrupciones —las cuales esperó por un segundo, mirando en dirección a la puerta—, abrió el diario de par en par, con el cuidado con el que se trata una reliquia, y de hecho lo era.

Terranautas: Los Visitantes Estelares.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora