«El Plan»

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Varios días pasaron desde el incidente. Desde entonces, Eclipse permanecía encerrado en su habitación sin permitir que nadie más que Cetus entrara de vez en cuando para llevarle un frasco con jalea de estrellas.

Ara, Luna y los amigos del príncipe decidieron permanecer en el palacio, a pesar de lo triste del ambiente y de la recomendación de la reina Lyra, que esperaba regresaran a sus hogares. Pero ninguno de ellos deseaba dejar solo a Eclipse, constantemente preocupados por su salud física y en especial mental. Reunidos en el salón comedor, debatían acerca de lo sucedido, y sobre cómo podían ayudar al príncipe.

—Eclipse debería entender que lo que pasó fue grave, pero no significa el fin del mundo, al menos no del nuestro —Mícrosco Pium mantenía la mirada fija en el amplio ventanal, a través del cual se veía el congestionado tráfico de meteoritos y cometas-móviles, mientras jugaba con su frasco de jalea de estrellas en la mesa, pasándolo de una mano a la otra.

—Conozco demasiado a Eclipse. Para él debe significar el fin de su mundo, porque defraudó a sus padres y puso en peligro a los humanos. Debe sentirse avergonzado y culpable —señaló con acierto Grus, afligido por su amigo.

—Si tan solo nos permitiera verlo, hablar con él. —Luna miró hacia las escaleras, esperando que Eclipse apareciera, alegre como de costumbre.

Como si el príncipe la hubiera escuchado, Cetus ingresó en ese mismo instante al salón comedor.

—El príncipe desea verlos —manifestó solemnemente el asistente de la reina.

Los cinco amigos corrieron de inmediato hacia la habitación del príncipe Eclipse.

Se habían preparado para lo peor. Esperaban encontrarse con un Eclipse devastado, desconsolado, deprimido; seguramente más delgado, desarreglado y de mirada perdida en el horizonte, que los llamaba buscando algo de consuelo o hasta dejar constancia de su última voluntad.

Para gran sorpresa de todos, el príncipe se encontraba como siempre, parado junto a su cama, ordenando los libros de su biblioteca, mientras movía los dedos de su mano libre siguiendo sus cálculos mentales que lo llevaban a balbucear cifras y palabras inaudibles.

—¿Se encuentra bien, su majestad? —preguntó tímidamente Ara, logrando que Eclipse voltee a verlos.

—Qué bueno que ya están aquí. —Los saludó con una sonrisa en el rostro, al percatarse de su presencia–, pasen por favor y asegúrense de cerrar bien la puerta después.

—¿Estás bien?...qué...¿qué haces? —preguntó Grus, intrigado, pero más que nada preocupado. Parecía que el príncipe había perdido la cabeza definitivamente.

Eclipse terminó de colocar en su lugar uno de los libros que tenía en la mano y se reunió con los demás, que permanecían agazapados cerca de la puerta, como si hubiesen entrado a la guarida de un animal loco y salvaje.

—Sí, estoy bien, no se preocupen. Sentémonos como la otra vez.

En manos de Eclipse continuaba un libro. Al verlo de más cerca pudieron ver cuál era: Era el diario del explorador.

—¿Qué haces? ¿Por qué no hablamos primero? —sugirió Télesco, tan confundido como los demás, que ignoraron al loco príncipe y se mantuvieron de pie.

—Necesito que me ayuden —continuó Eclipse, ignorándolo.

—Para eso estamos aquí —intervino Luna.

—Por eso tenemos que hablar...aunque pienses que estás bien, debes desahogarte con alguien, porque sabemos que lo que pasó no debe haber sido para nada...

Terranautas: Los Visitantes Estelares.Where stories live. Discover now