«Un Humano»

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Los meteorito-móviles son piedras enormes que lucen normales y opacas por fuera pero desde cuyo interior el exterior es perfectamente visible, gracias a las modificaciones realizadas por los ingenieros astrolianos, convirtiéndolos es un transporte ideal y el predilecto de los astrolianos.

Aunque ninguno de los fugitivos había manejado antes uno, Grus se ofreció como voluntario, ya que había leído por curiosidad manuales de «mateorovialidad» y al menos sabía cómo hacerlo en la teoría. Quizá no era lo ideal, pero no querían ni podían involucrar a nadie más, por lo que no les quedó otra opción que arriesgarse y confiar en Grus.

Todo sucedió desde el inicio tal y como el antiguo explorador lo había descripto en su diario.

Cuando el meteorito en el que viajaban ingresó a la atmósfera terrestre, además de incrementarse enormemente la temperatura dentro del mismo, sus ocupantes sintieron que una fuerza increíble los comprimía y hasta ahogaba. Comenzaron a sufrir la influencia de la gravedad, y en cuestión de segundos todo se volvió confuso y desesperante a la vez. Cuando faltaban pocos metros para colisionar con la tierra, Grus accionó como pudo el escudo de campo magnético —que todos los meteorito-móviles poseen— lo cual redujo paulatinamente su velocidad evitando que se desintegrarse al entrar en contacto con la superficie terrestre, como sucede con los meteoritos comunes.

Aun así, el aterrizaje no fue nada suave. Los exploradores por poco entran en pánico; gritaron y se aferraron a sus asientos, cerrando los ojos, esperando que no sucediera lo peor. A pesar de estar advertidos sobre lo que iban a experimentar gracias a las anotaciones del diario, sufrirlo todo en «carne» propia era una historia diferente.

El meteorito golpeó la tierra y continuó avanzando arrastrándose por ella unos cuantos metros hasta que al fin se detuvo, dejando una larga huella en el suelo.

El silencio reinó por unos segundos, que parecieron eternos, cuando al fin escucharon la voz de Eclipse.

—¿Están todos bien?

—Vivo estoy, al menos —dijo suspirando Grus.

Afortunadamente todos los ocupantes del meteorito se encontraban sanos y salvos. Desde el interior, el exterior parecía negro, como su hogar, lo que al principio los confundió. No se veía absolutamente nada, nada de lo descripto en los libros de historia terrícola.

—¿Nos trajiste a la Tierra, verdad Grus? —preguntó Télesco con un tono algo socarrón.

—Estoy seguro de que sí, que tocamos el suelo terrestre, por eso el sacudón. Además ¿No te sientes muchísimo más pesado? Seguramente es debido a la gravedad de la Tierra. —El razonamiento de Grus era irrefutable. Aunque aun así tenían, con justa razón, algo de miedo de dejar el meteorito.

—Saldré yo primero —dijo inesperadamente la princesa Luna.

—No, princesa, es mejor que uno de nosotros tres lo haga, no sabemos qué podemos encontrarnos afue...ra.

Luna no esperó que Eclipse terminara de hablar, y dejó el interior del meteorito en cuanto la puerta se elevó. La luz que emitía la princesa Luna aún era la normal, la que todos los astrolianos poseen, a pesar de que la masa de su cuerpo, como la de los demás, se había reducido enormemente, hasta adquirir el tamaño de una joven humana normal. La noche era iluminada por el resplandor de su cuerpo a medida que caminaba lenta y sigilosamente hacia lo desconocido. Parecía una luciérnaga humana.

Enseguida, Grus y Télesco salieron también para hacerle compañía a la princesa, preocupados por lo que podría pasarle en un lugar tan extraño, desconocido e inhóspito, donde cualquier cosa podía suceder.

Terranautas: Los Visitantes Estelares.Where stories live. Discover now