Capítulo 1 - La araucaria

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Sé muy bien que lo primero que esperan en una novela es que me dirija a ustedes con las típicas palabras "Había una vez...", pero no, no empezaré así porque no veo nada de típico en mí y menos aún en las ideas que me surgen. La verdad es que de qué sirve decir "Había" cuando antes mismo de empezar a leer ustedes ya sabían que es pura ficción lo que leerán en todas las páginas que siguen, No engaño a nadie, nada aquí escrito ocurrió jamás, Aun así quiero contarles la historia, ya que es el único modo de hacer que algo irreal de pronto parezca de cierta manera verídico en la mente de ustedes, e incluso en la mía quizás. Aquí todos salimos ganando, y de eso lo menos importante es que yo use la anhelada frase de comienzo de libro. Bueno, vamos al grano, o mejor dicho, vamos al árbol, porque si de un árbol surgió el nombre del libro entonces es justo ahí donde debo ubicarme para empezar mi narración.

La araucaria. Sí, la araucaria es mi árbol favorito, pero no es solo por eso que he elegido este árbol como el punto principal de mi historia, es un poco más largo el cuento, pero en síntesis, les diré que la novela sucede en un bosque del sur de Chile, y allí hay muchas araucarias, altas y verdes, con los brazos siempre abiertos como si quisieran abrazarnos. Cuando veo una araucaria no puedo evitar que se me dibuje una sonrisa en mi cara, bueno es obvio que es en mi cara porque no hay otra parte del cuerpo que sonríe, solo podemos sonreír con los ojos y con la boca, y veo que ya empiezo a ir por las ramas. Perdón, como yo decía, la araucaria es hermosa, es alegre y es única. Quizás por esto aquella chica se acerca a este lugar. Probablemente busca calma, felicidad o algo por el estilo. Si ella pudiera describirse a sí misma, quizás les diría que tiene 15 años de edad, el cabello negro a la altura de los hombros y los ojos ligeramente achinados, se siente un poco intelectual con sus anteojos de marco grueso pero siempre usa unos pantalones de mezclilla azul y poleras negras, o jeans y remeras, si es así como los conocen donde viven. Pero ella es chilena, así que debo dejarla hablar con sus chilenismos. A ella le gustan las zapatillas All-Star, pero nunca pudo tener las originales, lo que le da igual, porque más que la marca le gusta el modelo. Quizás si yo la fuera a describir no les diría exactamente lo mismo, pero en esta historia seré bondadosa y dejaré que los personajes se describan, porque es su vida y no la mía y no quiero ponerme a discutir con ellos nada más de haberlos creado.

Volvamos al árbol, porque les dije que empezaría desde allí y hasta el momento no he podido explicar nada de lo que tenía planeado. Lo cierto es que yo estoy aquí en este paisaje chileno que es mi favorito en el mundo mundial, rodeada de un bosque de araucarias justo al lado de uno de esos lagos que nos dejan sin palabras de tan bonitos que son, cuando veo que se acerca la chica de polera negra. Pensaba que frente a un paisaje como ese nadie podría sentirse infeliz, porque lo contemplo y siento que estoy en el paraíso, pero enseguida noto en el semblante de aquella joven una tristeza muy profunda, una melancolía que al parecer ni ella misma percibe. Como los narradores pasamos inadvertidos, puedo verla muy de cerca, casi metiéndome adentro de sus pupilas de camino a sus neuronas que me parecen tan misteriosas, Pero ella se detiene bajo una araucaria, la araucaria más alta de todas las que estaban a su alrededor, El brillo del lago se refleja en sus lentes cuando veo que saca de su bolsillo un sobre un poco arrugado, Luego de eso se agacha, Usando una piedra como herramienta se pone a escarbar en la tierra pedregosa. Me sorprendió bastante porque me parece algo muy inesperado. Es verano y el sur de Chile ya no tiene ese clima tan helado como solía tener, el cielo está azul y todo se ve limpio, pero las manos de ella se quedan llenas de tierra, Puedo ver su cara de satisfacción al observar una especie de cajita de metal, como de esas latas de galletas. Se sienta aliviada con la lata en sus manos y después de abrirla con cuidado mete la carta adentro y la cierra. Después vuelve a enterrarla, mira a todos los lados y sale corriendo de allí, No había nada en la caja antes de la carta, y eso me deja llena de preguntas y dudas, Para qué había ella enterrado aquella lata de galletas, Por qué guardaba el sobre adentro, Acaso aquella araucaria tan sonriente e ingenua era una especie de centro de comunicación, un correo misterioso o algo así, Para quién era la carta, Qué decía. Bueno, ya saben que soy bastante curiosa, por algo soy escritora. Sea lo que sea que esté pasando lo descubriré, Me quedo intrigada con un personaje que recién empieza a vivir. Y es que las historias epistolares siempre me llamaron la atención, y por lo tanto es un gusto que la chica de polera negra me lleve a escribir algo así.

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