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Horacio se sintió volar, era como si hubiera dejado su pesado cuerpo y se encontraría flotando; sin embargo, esto no era producido por la cantidad de alcohol ingerida hace un par de horas, en absoluto. El peliazul se había lanzado a los brazos del comisario, dejando todo pensamiento racional y sólo dejándose llevar a cabo por aquel creciente deseo que no le dejaba pensar claramente. Cuando el ruso no correspondía, no tardó en tener una pequeña crisis, estuvo a nada de separarse y escapar del departamento pero fue gratamente sorprendido.

Volkov, ya cansado de luchar contra sí mismo, soltó un gruñido al tiempo que sus manos tomaban con algo de fuerza las caderas ajenas y correspondió aquel torpe beso. Se negaba a pensar en la consecuencia de sus actos, sólo centrado en lo que los labios ajenos le hacían sentir. Al principio, el ruso, se había mostrado un tanto torpe al corresponder por la sorpresa, dejando que el menor le guiara; aquello solo duró unos minutos, pues pronto se vio acorralando al menor contra la puerta, disfrutando en demasía la risita que este emitió por la sorpresa.

Sus gélidas manos se dedicaban a acariciar la piel en su cintura, sintiendo al menos estremecerse bajo su tacto. Detestaba sentir el olor del mexicano en Horacio, en su mente se repetía una y otra vez que aquel humano no debía llevar otro aroma que no fuera el suyo. Con un gruñido, dejó una fuerte mordida en el inferior adverso, esbozando una pequeña sonrisa ante el quejido emitido por su presa.

Pará los seres como Viktor, el respirar era solo una costumbre pues no era algo necesario, pero había olvidado que para Horacio no era así. Cuando este se separó de una forma un tanto brusca, lo siento confuso, temiendo que se propasado con el menor; sin embargo, al notarlo respirar agitadamente sólo sonrió. Las mejillas del cresta han adquirido un tono suave rosa, pero lo que más atraía su atención era lo inflamados que se encontraban sus labios después de aquel intenso beso.

- Horacio ...

- Cómo se le ocurra disculparse, juro que voy por ajo y se lo meto en las putas orejas. - Amenazó el más bajo, dirigiendo una mirada furiosa al vampiro.

Aquello logró hacer reír al ruso, negando un par de veces por las ocurrencias del mismo. Sin darle tiempo a responder, se inclino un tanto y lo alzó en brazos, sonriendo complacido al momento en que este rodeó con ambas piernas su cintura y se dejaba hacer.

Horacio rió al verse en brazos del más alto, llevando ambas manos al rostro del comisario, besándole por segunda vez en la noche. En esta oportunidad sonrió sobre los labios ajenos, no terminando de creer que finalmente estaba besando a tremendo poste de dos metros que lo tenía todo loco. Se tomó su tiempo para besarle, delineando con su lengua el ajeno inferior mientras sentía como aquellas manos subían más y más por sus muslos quedando cada vez más y más cerca a sus firmes glúteos.

Tan inmerso estuvo en las sensaciones que el mayor le hacia sentir, que no noto cuando ingresaron al cuarto del ruso hasta estar sentado sobre él en su cama. Se apartó levemente con la respiración agitada y nada más chocar su mirada con la ajena, olvidó lo que era respirar. Ese hombre poseía una belleza arrebatadora, podría pasar hora y horas observando cada una de sus facciones y lo haría con mucho gusto. Sin darse cuenta, había llevado una de sus manos a la mejilla del más bajo y ahora dejaba pequeñas caricias en dicha zona.

- Usted no parece real, comisario ... - Murmuró el peliazul, envalentonado por el alcohol en su sistema.

Sonrió satisfecho al sentir el cuerpo ajeno vibrar bajo él, delatando aquella risa que había intentado acallar. Sintió su corazón acelerarse al forma en que lo miraba y, podía meter sus manos al fuego porque era exactamente la misma forma en que Horacio lo observaba. La misma ansia, el mismo deseo y admiración. Ignorando el temblor en sus manos, llevó esta hasta la camisa ajena y se atrevió a desabrochar esta aun sabiendo que el comisario observaba con atención cada una de sus acciones.

¿Presa o Cazador?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora