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ÉL ESTABA CAYENDO EN LOS ENCANTOS DE SU COMPAÑERO. Esto era algo de ya hace un tiempo, había estado tratando de ignorarlos debido a que no estaba seguro de querer estar en una relación esos instantes, especialmente debido a la situación en la que se encontraba con Sukuna. Sin embargo, a medida que el tiempo iba pasando con ello iban intensificando aquellos sentimientos haciéndole cada vez más difícil ignorarlos. Debido a los sentimientos ya mencionados se había convertido en el blanco perfecto de burla de su grupo de amigos, dejando de lado a la chica, pero en especial de Sukuna, la maldición que ya hacía dentro de él.
La misma maldición aprovechaba cada oportunidad que se le presentaba para mencionar el tema y comenzar a dejar en ridículo al pobre chico, tanto así que comenzaba a dar algo de lástima. Y como si no fuera suficiente sus amigos también lo molestaban hasta el cansancio.
Ni él mismo estaba seguro de poder seguir aguantando las constantes burlas de sus compañeros, maestro y maldición. Pero la verdad es que tampoco podía arriesgarse a que uno de ellos le contará todo a su chica especial, a la misma que que estaba provocando todas estas burlas. Todo esto se debía a que su chica especial no parecía particularmente interesada en entrar a una relación amorosa debido a todas sus malas experiencias.
RECHAZO. A eso mismo le tenía tanto miedo, a eso y a poder arruinar la bella amistad que mantenían por unos estúpidos sentimientos. No obstante, ya no podía seguir mirándola esperando a que algún día, en algún momento ella quisiera dar el primer paso hacia un romance juvenil. Esos fuertes sentimientos que mantenía guardados para ella no podían seguir siendo detenidos por nadie, ni siquiera por él mismo. Le dolía tener que mirarla todos los días y no poder expresar lo que sentía por ella, de serle sincero.
Estaba decidido a tomar una decisión ahora, sin importar cual fuera el resultado de la misma.
—Ya no podemos seguir siendo amigos -dejo caer la bomba—. Y no puedes preguntar porqué.
Sintió como su mundo se destruía a medida que las palabras salían lentamente de los labios del chico de cabello rosa. No había mucho que podía, así que solo carraspeo su voz para después mostrar una débil sonrisa, mientras que sus ojos se iban acumulando pequeñas lágrimas.
