IX

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YoonGi no se mueve, cree que ha perdido la capacidad para respirar mientras sus ojos permanecen fijos en el rostro delineado por la luz dorada. Nunca se había sentido de esa manera, atrapado irremediablemente por quien siempre ha considerado su más grande enemigo, no el Capitán de su tropa, sino lo que representa. Ahí, alejado de la tierra que alguna vez llamó hogar, SonZung no es más que opresión y crueldad, el símbolo de una guerra de la que no quiere formar parte, la representación de todo lo que odia, lo que separó a su familia, lo que le ha obligado a odiarse a sí mismo, y aun cuando considera atacar, YoonGi descubre que no puede hacerlo.

El miedo y la impotencia lo dejan completamente paralizado. Los ojos de JiMin se agrandan ante la impresión que produce en el la completa desaparición de calidez en las manos del pálido, su habitual tacto tibio de repente no es más que un manojo gélido y tembloroso.

El ceño del castaño se crispa en confusión, sus pasos son suaves, apenas notorios cuando decide salir de la protección que el cuerpo del pelinegro le ofrece.

La luz cae sobre el rostro de mejillas blandas, bañando sus pecas, el puente de su nariz, sus labios afelpados se abren con asombro al ver el fuego en la mano de ese hombre brillar como cientos de diminutas chispas de oro. La llama pinta sombras sobre el acero rojo quemado del uniforme, dibuja de manera profunda la nariz aguileña, los ojos hundidos, las arrugas en la piel tostada, el cabello negro atado en una coleta y los hombros anchos.

—Sube al barco, YoonGi — JiMin lo sabe al instante, es una orden. El tono de voz no deja alternativa. No puede alejar la mirada del fuego.

YoonGi no se mueve, JiMin no logra entender por qué.

Pasa apenas un instante, un segundo eterno en el que el pelinegro aprieta aun más el nervioso agarre entre la palma del castaño.

—No — susurra con voz firme.

Aun sentado, el hombre suspira profundamente.

—Sube al barco, ahora — repite, y la mirada gris se aparta del fuego en el momento en el que ve al pálido agachar el rostro, apretando la mandíbula.

—No voy a hacerlo, capitán — masculla. — Nunca más.

—Eres débil e insolente y siempre supe que ocasionarías problemas — la frialdad en la voz contraria hace que el castaño se estremezca — Supe que deberían haberte matado cuando tuvieron oportunidad, pero dijeron que tenías talento, que no les hacemos eso a los soldados de nuestra propia Nación que ofrecen servir fielmente a Ozai — YoonGi le observa fijamente, en el fondo sabe que es cierto, de alguna manera que siga con vida no es más que un milagro. — ¡¿Dónde está tu lealtad?!

Los ojos dorados se abren enormemente con impresión al verse oculto tras el pequeño cuerpo. YoonGi ladea el rostro, la mano con la que había sostenido a JiMin hasta ese momento, flota hecha un puño, completamente libre de su agarre.

—Ja el bufido es feroz y el rostro frente a ambos se contrae con diversión. La expresión en el castaño es seriedad absoluta en el momento en el que el hombre entrecierra los ojos, escrutándolo interesado — ¿Son esos los ojos de un maestro agua? ¿Te atreves a protegerlo?... no creo que conozcas a YoonGi como yo, niño... ¿Sabes a cuánta gente como tú, capturó tu amigo? — la respiración de JiMin se atasca en algún lugar de su garganta, pero no se mueve. Dentro de sus costillas, el corazón del pálido se sacude con nerviosismo atemorizado — El los mató, y en algún momento, tu serás el siguiente.

El pecho del castaño se agita en un jadeo ahogado, puede sentir la mano que atrapa su cintura con demasiada fuerza. El pálido apenas puede respirar ante esa afirmación, aquello no era verdad.

—No es cierto — susurra YoonGi, pidiéndole una oportunidad — no lo escuches JiMin, por favor. Jamás te haría daño.

SonZung aprovecha el segundo de distracción, es rápido.

Pero no lo suficiente.

YoonGi tira del castaño hacia el piso, cubriéndolo con su cuerpo desnudo cuando el látigo de fuego es sacudido en su dirección. El pálido abre los brazos, capturado el calor abrazador con las palmas de las manos antes de extinguirlo, cruzando los puño sobre el pecho. Se mueve deprisa, desviando la bola de fuego que el hombre arroja directo a su rostro.

—¡No pelearé con usted!

El hombre es alto, puede que un par de cabezas más alto que YoonGi, JiMin lo nota cuando se levanta de un salto.

—Mala elección de palabras.

No sabe de dónde sale el chillido aterrorizado, pero está seguro de que tiene que haber sido el, su voz aguda todavía resuena en medio del bosque cuando las dagas de fuego cruzan el espacio a toda velocidad y ve las manos de YoonGi extinguir ágilmente cada una de ellas.

—¡JiMin, abajo! — advierte el pálido cuando ve retroceder a SonZung y el chico se encoge tanto como puede al ver el aro de fuego que se cierra peligrosamente alrededor de ambos.

La chispa brilla azul, electrizante, obligando a JiMin a arrastrarse mientras se encoge intentando evitar el calor del cerco, la mirada felina parece aterrorizada cuando al extender sus manos, descubre con rapidez que no puede apagarlo.

No...

Los ojos dorados brillan conmocionados y su mandíbula cae ligeramente mientras el grito asustado de JiMin perfora sus oídos, destruye su corazón. Observa al hombre frente a él sonreír y no puede creerlo.

Es todo.

YoonGi lo sabe, sus cuerpos se calcinarían tan pronto el fuego azul tocara a alguno de ellos.

La Nación del Fuego agradece tu mediocre servicio, conoces el castigo reservado a un desertor, YoonGi.

A cada segundo, el circulo se encoge más y más rápido, el único sonido que rebota en sus oídos es el insistente crepitar de las llamas y la jadeante respiracion angustiada del castaño.

Su cuerpo se mueve rápidamente, intentando ocultar el de JiMin, protegerle del calor abrazador. Comienza a sentir el sudor deslizarse por su pecho, en sus sienes, humedeciendo sus cabellos. Los ojos grises reflejan las llamas azules con pavor cuando el castaño sostiene sus mejillas, y YoonGi puede ver el terror en su rostro reflejado en las pupilas contrarias. JiMin cierra los ojos e inclina el rostro, presionando su boca contra los finos labios sin previo aviso.

YoonGi se sobresalta ante lo repentino del contacto, pero sus manos sujetan la nuca del castaño, devolviendo el beso lo mejor que puede. No dura demasiado, pero olvida por un segundo que se encuentra a puertas de la muerte. Siente a JiMin en todas partes, deslizándose con dulzura por los contornos de sus labios, acariciando su rostro con curiosidad. No puede pensar en nada que no sea JiMin, y aquello, de alguna manera, llena su corazón, le hace feliz.

JiMin parece algo memorable, le agrada la idea de que sea su único pensamiento antes de incendiarse.

No es hasta que un intenso golpe de frescura golpea a ambos, que YoonGi abre los ojos.

No entiende nada.

Es como si acabara de salir del río, su cabello azabache escurre agua y la tela de la ropa interior se le pega al cuerpo. Le desorienta aun más que JiMin se ve tan mojado como él, su mirada permanece en la tierra húmeda bajo sus pies, hasta que lo nota.

No hay nada en el vacío, el fuego azul ha desaparecido.

Completamente empapado, SonZung parece tan confuso como ellos, quizá por eso no tiene tiempo de reaccionar cuando la bola de fuego cruza a toda velocidad el espacio, estrellándose contra su pecho.

Los pasos resuenan cada vez más cercanos. Atemorizado ante la posibilidad de un nuevo ataque, YoonGi no se atreve a apartar la mirada del hombre en el piso.

Voy a desertar,la voz es firme, el pálido no necesita más de un segundo para reconocerlaCapitán.

Es NamJoon. 

The fire soldier│ YoonMinWhere stories live. Discover now