IV

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—¿Y qué demonios se supone es eso? — cuestiona uno de los soldados al lado de la fogata, enarcando una ceja en dirección a su compañero — Oye Lee, puedes hacerlo mejor, esfuérzate un poco — rueda los ojos.

—Eres muy malo en esto... — le reta Lee en medio de un resoplido, antes de comenzar a agitar los brazos con más brusquedad.

—Un... ¿dragón? — Lee no deja de moverse.

— ¿Koala nutria? — musita insistente otro de los chicos reunidos en torno al fuego, un castaño, alto — ¿Oso murciélago?

—Era un elefante Koi... — afirma Lee segundos antes de ser abucheado.

—¿Qué clase de pez vuela? — hay un murmullo general de incredulidad entre la tropa.

—Claramente nunca han visto a un elefante Koi — bufa el chico antes de sentarse junto al fuego y señalar al siguiente que pasaría al frente. — ¡Oye! ¡YoonGi! — llama en cuento enfoca la silueta, alejarse.

El pelinegro detiene sus pasos, girándose en el acto. La lámpara de kerosene ilumina suavemente sus facciones pálidas, hay un pequeño puchero en su rostro cuando se para correctamente y mira a sus compañeros.

—¿Sí?

—¿Quieres jugar? Ven con nosotros, ha sido un día largo. — YoonGi se encoge de hombros antes de mostrarles el trozo de tela que usualmente usa como toalla y la muda de ropa limpia que usaría para dormir.

—Iba por un baño.

—Yah... el río es muy frío a estas horas... — susurra el chico mirándole con los ojos entrecerrados, antes de abrazarse a sí mismo.

—Que sucio eres, Lee. Nunca te bañas. — murmura el castaño mirándole con desaprobación — por eso te dicen el sucio Lee.

—Ya cállate, Joon. — jadea ofendido.

—Tranquilos chicos, no es como si no pudiera calentar el agua con mis manos — rueda los ojos el pálido — ¡Diviértanse! Tenemos unos días libres hasta que llegue el Capitán — dice en voz baja encogiéndose de hombros.

Sus compañeros asienten, volviendo al ruedo con entusiasmo. SonZung se había marchado hace un par de noches en el barco, llevando con él a un grupo de prisioneros a la Roca Hirviente, una cárcel de máxima seguridad en las islas volcánicas al este de la Nación del Fuego. Tendrían al menos unos días más para divertirse jugando al lado de una buena fogata nocturna. Le entristece a YoonGi, muchas veces los soldados no eran más que niños sin familia, exactamente como él. Extrañarían esa parte simple de la vida, aquella en la que reían por cosas triviales, la misma que les había sido arrebatada por la guerra.

Limpia una roca sobre la que coloca sus prendas y la lámpara. En medio de la profunda oscuridad recortada únicamente por la luna, la luz tras el cristal intenta competir con ella débilmente, pintando sombras al óleo sobre el pasto, tiñéndolo de dorado, ilumina los pies pálidos y las largas piernas delgadas cuando YoonGi se descalza y desata sus pantalones, dejándolos caer. Se quita la camiseta holgada color hueso y la dobla, haciéndola a un lado antes de saltar al agua. Hunde su cuerpo por completo en el fresco golpe de oscuridad y abre los ojos debajo, sintiéndolos picar, logra apenas enfocar el brillo ambarino y el vapor caliente producto de su cuerpo. Hay una sonrisa en su rostro al asomarse a la superficie. ¿Qué se sentirá poder ver bajo el agua? Los maestros agua podían hacerlo... se deja caer lentamente, recostando la cabeza en la ribera. Maestros agua. Como él. Aquel castaño que había visto hace ya casi una semana. Le había parecido... atractivo. Tenía... lindos labios. Con aquellos ojos enormes llenos de terror. Suspira y comienza a tallar su cuerpo fuertemente. A veces se siente tan sucio de sí mismo, de su poder. Claro, no. Probablemente no se fijaría en mí, probablemente saldría huyendo despavorido como ese día. No puedo culparlo. Todos nos odian. Solo quiso preguntarle si dominaba lo suficiente el agua como para hacer algún truco, él no iba a encerrarlo o algo así. No ahí, en ese lugar. Tenía diecisiete y se hallaba en su último año de entrenamiento antes de unirse a la armada, cuando lo escuchó. Cuando escuchó que se habían llevado a quien al parecer sería, el ultimo maestro agua, un hombre de la tribu del norte. Le pareció tan increíble lo que presenció aquella tarde que supo que no sería capaz de hacerle daño alguno, no se atrevería. Sentía demasiada curiosidad al respecto.

The fire soldier│ YoonMinWhere stories live. Discover now