No fue tu culpa

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¿Puedes imaginar algo más horrible que el abuso?

¿Más horrible que el abuso de un familiar?

Lo dudo mucho.

..

—Lo siento, yo.. yo creo que olvidé mi sudadera en tu auto —mentí luego de haberme arrepentido de llamarle.

Silencio.

—No lo creo —dijo con seguridad y por lo que logré escuchar parecía que estaba levantando el asiento del copiloto para revisar.

En ese momento supe que ya la había cagado y nada de lo que dijera iba a salvarme. Solo lograba contradecirme y hacer que dennis sospechara más.

—Bueno, entonces quizás solo la olvidé en el zoológico. Siento haber hablado por una tontería así..

—Casey.

Escucho decir mi nombre. Pero suena algo preocupado, nada del dennis amable.

—Te veo mañana. Descansa —me despido.

—Casey.. —dijo de nuevo con la voz más baja.

—¿Sí?

—¿Qué sucedió? ¿Está todo bien?

Mis ganas de contarle lo que mi tío había hecho después de que él se fuera eran mayores a mi vergüenza. Pero no era pertinente, contarle algo tan personal a alguien que no conocía en lo absoluto pero que por alguna extraña y estúpida razón me daba confianza. No, no se lo contaría. ¿En que estaba pensando?

—Sí —conteste fingiendo seguridad—. Todo está perfecto, de verdad creí haber olvidado esa sudadera en tu auto.

—Bien —respondió con indiferencia.

Espere a que dijera algo más porque estaba completamente segura que no había creído ese pretexto, pero aún así, solo se quedó callado.

—Hasta mañana dennis.

Colgué y me aventé sobre la cama. Así era está mierda, te caes y te levantas como si nada hubiera pasado.

..

Al día siguiente recuerdo haberme levantado con la actitud más devastadora con la que jamás había amanecido.

Salí de casa sin esperar a que mi tío se despertara de la borrachera anterior. Él sabe lo que hizo conmigo. Siempre lo sabe y no hace nada por cambiarlo.

Llegué a la farmacia "spotfarm" que estaba a tres calles de la parada de la parada de autobús.

—Solo necesito un paquete de gasas estampadas.

Estaba batallando un poco con la señora de la farmacia. Había ido por unas gasas para curarme las heridas del muslo.

—¿Necesitas ayuda? Puedo hablarle a tu tío.

—No es necesario —dije con enojo.

Era el problema de vivir en esa parte de Filadelfia. Todos conocían a todos, un accidente mínimo era lo que se necesitaba para que medio pueblo quisiera estar de curioso. Después del terrible día de clases me dirigí al trabajo y me puse las gasas encima de los cortes de mis piernas. Y aunque prometí no hacerlo más, hice cortes nuevos en mi abdomen por el asco que me producía recordar la noche anterior.

Coloqué mi mochila en el casillero y salí a realizar mis labores del día.
Sabía que tarde o temprano dennis se me acercaría para ponerme más irritante de lo que ya me sentía.

—¿Porque me cortaste ayer?

—¿Ah? —pregunte fingiendo estar confundida sabiendo bien de lo que hablaba.

R O T O S    ™Donde viven las historias. Descúbrelo ahora