Tres son multitud

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—Me gustaría un poco de café.

—Son las tres de la tarde, ¿Enserio? —preguntó mi compañero de trabajo, Dan.

—No tuve una buena noche.

—Eso es algo que se puede notar.

Aunque el clima estuviera a todo su esplendor de caliente, reprimí mi irritación pues el sueño era más pesado que el calor.

En un cerrar de ojos vi a aquel hombre entrar por la puerta. Había algo raro en él. No saludo a nadie y tampoco parecía que a los demás les importara. Al principio, mi ingenuidad me impidió darme cuenta de lo que ocurría. El súbito ruido de sillas y los crujidos de papeles que hacía, me recordaba a cuando el profesor me llamaba... no eran
una coincidencia. Definitivamente no era Dennis ni Barry.

—Hola —salude amablemente poniéndome a un costado.

—Hola.. uhmm.. —dijo levantando la cara haciendo una expresión de concentración —. ¿Casey verdad?

—Se que mi nombre es fácil de olvidar pero no creí que fuera para tanto.

—No es eso, de verdad —respondía con una sonrisa ligeramente forzada —. Barry me contó que ya estabas enterada de.. —movió la cabeza alrededor de la habitación para asegurarse de que no hubieran curiosos escuchando—. Tú sabes, ese asuntillo.

—¿Asuntillo? —dije en tono pausado—. Oh claro, sí. ¿Y tú eres?

—Orwell

—Mucho gusto Orwell.

—Bueno, ahora que hicimos las presentaciones —dijo tomando un breve respiro—. Te daré las indicaciones de lo que te toca hacer hoy. No tenemos el tiempo ni razón para seguir con charla desencajada del trabajo

La mayoría de la gente apenas habla.
En cambio, él se hubiera pasado hablando hasta Navidad si yo le hubiera dejado. Muchas palabras bonitas y mucha poesía, si quiere que les diga la verdad. Es listo. Si quieren ustedes mi opinión, aquí la tienen. Es tan listo que me causa repeluzno. Lo veía caminar de un lado a otro, se quitó las gafas y se dio masaje en las sienes. Y su manera de hablar. Wow, definitivamente era como si estuviera hablando con uno de mis maestros del instituto. Mientras terminaba de limpiar los vidrios de cristal lo vi pasar con un libro de historia.

—Asi que eres profesor.

—Si, si.. —fingió titubear para no interactuar.

—No, espera —dije abruptamente acercándome—. Solo quiero saber, necesito saber que es lo que pasa. Quiero decir, se que el transtorno de did no es algo que no pase y posiblemente sea algo común.. —decía tratando de encontrar las palabras correctas —. ¿Pero veintitrés? Eso no lo había visto antes, es increíble.

—Piensas que Kevin es un fenómeno. Que todos nosotros lo somos.

—¿Qué? ¿De que estás hablando? A qué viene esa actitud tan a la defensiva? Ni siquiera me conoces para deducir eso.

—El aislamiento es el más cruel de los castigos y jamás se me había ocurrido pensar que yo fuera un ser infrahumano por el hecho de no ser un hombre.

—¿Eso que significa?

—Somos pedazos de una mente quebrada. Pero sentimos como lo hacen todos ustedes. Pereza, tristeza, incluso desesperación por no llevar una vida normal por ser parte un solo hombre.

—Eso es duro.. muy duro —señale tratando de ponerme en su lugar.

—En fin, se acerca la hora de tu almuerzo, ve y termina ese pedazo cristal y podrás ir a tu descanso.

—Excelente —indique animada.

El paseo al mediodía me tranquilizó.
El sol brillaba y parpadeaba en los parabrisas de los automóviles que pasaban por fuera del zoológico. Había tenido el cabello amarrado en una trenza muy desmañada y me lo solté sintiendo como el aire acondicionado del pasillo me lo arruinaba aún más. Probablemente en la mañana por la prisa de salir como siempre, había olvidado prepararme algo para el almuerzo. Revisé mi mochila y me alivió saber que tenía doce dólares con vida. Salí del estrecho pasillo para salir del zoológico.

—Vuelve a lo tuyo cooke.

Me gire al escuchar esa voz liviana.

—Hey —sonreí mientras caminaba.

—¿A dónde vas?

—No traje nada de comer y bueno.. iré a la cafetería más cercana.

—¿Te molesta si te acompaño? Al parecer jade nos está pasando los síntomas de la azúcar baja en la sangre.

—¿Jade?

—Ya tendrás tiempo de conocerla —respondió sonriente—. O mejor dicho, espero que nunca llegue ese momento —volvió a decirlo, esta vez de una forma exagerada.

Caminamos sin prisa y en silencio, había breves momentos donde él decía comentarios random sin sentido pero realmente graciosas. Llegamos a una cafetería llamada "8bites"
Las aceras estaban abarrotadas de gente que iba y venía de almorzar. Barry eligió una mesa que tenía tres sillas, hizo una seña para que me acercara. La mesera tomó nuestras órdenes y yo estaba desesperada por llevar algo a mi estómago. Hubo un silencio demasiado incómodo mientras esperábamos. El ruido de la gente hablando calmaban mis nervios

—Dios, se ve delicioso.

—¿Porque no pediste algo con grasa? —le pregunté.

—La figura, tu sabes.

Sumergí el pedazo de sándwich en el balde de mayonesa y le di un gran mordisco.

—Tranquila cariño —dijo con una posible carcajada apunto de salir.

Barry se había pedido solo una ensalada pequeña combinado con un te frío. Era fuerte y delgado, se notaba que se esforzaba en lucir bien. Con su traje a la medida de color caqui y su bufanda de seda azul estampada con vistosos colores. No recordaba haberle visto jamás sin una camisa blanca ligeramente almidonada. Podía ver sus venas bien marcadas por un duro entrenamiento.

Por un momento me pillo mirándolo pero lo esquive bien

—Los expertos en diseños son auténticos profesores, pensadores y analistas. A veces hasta llego a pensar que son magos.

—Solo un poco —dijo con orgullo.

—Vamos. De vuelta al trabajo.

Suspiré y asentí.

Al terminar nuestro almuerzo, salimos en silencio del establecimiento.

R O T O S    ™Where stories live. Discover now