CAPÍTULO 5

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18/04/2013

—Tu madre llamó—Anunció la abuela, masajeándose las sienes mientras jadeos incesantes salían de su boca—Juro que por un instante creí que esa mujer atravesaría la pantalla para matarme con sus propias manos.

Horrorizada de tan solo imaginarme mencionada catástrofe, dejé caer mi trasero en la cama, recostando mi espalda del cabecero sin despegar mi mirada preocupante de Kat.

—Vale, no entiendo— Abrió los ojos de golpe y volteó a verme inquietante.

—Está furiosa— <<¿Cuándo no?>>, pensé—Te culpa de haber tirado por la borda tu futuro y me culpa por no ponerte en orden. Insinuó que te he malcriado durante estos últimos dos años.

—¿Mi futuro? ¿Malcriando?— Inquirí incrédula y a la vez indignada por tales disparates.

—Lo dice por el despido del programa, cree que estás descarriada y yo no hago más que ceder. Tampoco ha de estar contenta sobre tu elección de carrera.

—Mi madre nunca demostrará su aprobación por las elecciones que tome—Admití con pesadez—En cuanto al despido, apuesto a que no querrá escuchar mi versión de la historia. Está más preocupada en su lealtad con Erick que su relación conmigo.

—Ignora los sermones de tu madre, solo le interesa no enemistarse con las personas que si son indispensables para ella, en lugar de siquiera preguntar cómo estamos. Continúa estudiando la carrera que escogiste, trabaja mientras tanto en lo que quieras, hasta que te conviertas en la impresionante diseñadora de modas que deseas ser. A la única persona que debes hacer feliz, es a ti misma...

12:15pm

Estuve absorta en mis pensamientos, lo bastante como para tropezar más de una vez con alguien de camino al instituto, olvidar mi almuerzo en casa y por si fuera poco, vestir una camisa amarilla manchada de salsa de tomate.

No paraba de darle vueltas a la conversación de anoche con la abuela Kat. Luego de procesar las palabras de mi madre, discutí con ella. La abuela no se merecía mis insolencias, era injusto utilizarla como un saco de boxeo con el que descargar mi ira y, aunque le pedí mis más sinceras disculpas por la mañana, me seguía sintiendo atormentada.

Había intentado comunicarme con mi madre en repetitivas ocasiones y en ninguna de ellas logré tener éxito. Si quería una explicación de mi despido en el programa de radio, reclamarme por mis errores o recordarme cuán importante es mantenerme a raya para no decepcionarla, o con exactitud, evitar el qué dirán; lo razonable sería contestar mis llamadas en vez de evadirlas.

Irritada, saludo a Gaspar de mala gana y me dispongo a subir al ascensor, cruzando los dedos para tener una tarde tranquila, sin lidiar con un mal humorado Franco ni los chillidos de Yasmina discutiendo con su hermano. Solo despegar mi mente de ideas negativas.

Al irrumpir en el apartamento, solo percibo un silencio sepulcral. Grito para que sepan que estoy aquí, pero no recibo respuesta alguna. Extrañada, coloco mis pertenencias en el sofá y merodeo por mis alrededores, en busca de rastros de algún integrante de la familia.

Me abro paso hacia la cocina, la cual encuentro inhóspita y sin ningún mensaje pegado al refrigerador. Me atrevo a ir a la oficina de Thiago, un territorio desconocido para ser sincera. Toco la puerta tres veces seguidas delicadamente, nada.

Vuelvo al punto de partida y grito una vez más el nombre de los niños. No obstante, sigo sin escuchar las pisadas de Yasmina ni Franco al bajar por las escaleras, ni siquiera la voz de Thiago llamándolos. ¿Habrán salido de casa sin antes avisarme?

Versos del alma Where stories live. Discover now