CAPÍTULO 18

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Thiago

Mis dedos jugueteaban con los suyos, eran delgados además de suaves. Sonreí al ver como pasaba saliva e intentaba romper todo contacto visual conmigo.

Me deslicé por la palma de su mano, trazando durante varios segundos figuras inentendibles, antes de seguir escalando por su tersa piel bronceada, acariciando cada tramo con parsimonia, deleitándome con ella y percibiendo como se erizaba con un simple roce.

Conforme iba tocándola, Auba se ponía cada vez más nerviosa. Lo notaba en su mirada perdida y en la forma en como mordía su labio inferior—Ajena a lo que ese mínimo gesto podía provocar en mí—sus mejillas adoptaron un color rojizo tenue y su pecho estaba en un constante sube y baja.

—Auba...—Pronuncié en voz baja, contemplando a detalle su hermoso rostro—Mírame.

Acerqué mi mano libre a su cara, mis dedos ansiosos fueron derecho hacia su barbilla. Sin pronunciar palabras, con solo un movimiento sutil la insté a que alzara la mirada.

Sentí que nuestro alrededor se iluminaba aún más cuando me fijé en sus ojos saltones y cafés, en las finas además de minúsculas líneas que se le formaban alrededor de la boca cuando sonreía. En sus labios carnosos al igual de rosados por la pintura labial que se había aplicado, sus no tan delgadas cejas curveadas, el lunar en su mejilla derecha, uno cercano al labio superior del lado izquierdo, su nariz pequeña y una insignificante cicatriz en el centro de su frente.

Avancé un paso, temiendo porque ella retrocediera. Sus ojos seguían clavados en los míos y su sonrisa tímida estaba intacta; me incliné hacia delante, quedando a escasos centímetros de su rostro, nuestras narices corrían el riesgo de rozarse, su aliento mentolado chocaba cautamente con el mío y mi mano que ya se encontraba en su cuello dibujando diminutos círculos con el pulgar, fue ascendiendo a su mejilla con calma para mimarla.

—¿Qué estás esperando?—Me preguntó, con algo que pude descifrar como diversión y picardía a la vez. Aunque en sus ojos, había una mezcla entre inseguridad, al igual que una chispa inigualable de energía.

—A que me pidas que te bese—Su sonrisa se ensanchó y puedo jurar que contuve la respiración por un segundo cuando sus manos se posaron en mi nuca y aproximaron nuestros rostros más que antes.

—Hazlo, Thiago. Bésame...

No pude más. Lo que estuve esperando, se había vuelto realidad.

Corté de raíz la vaga separación que existía entre nosotros. Colisionando finalmente mis labios con los suyos...

—¡Thiago!—Clamó Joel, tronando los dedos frente a mi cara—¿Estás aquí o debo buscarte a marte?

Su expresión era de genuina preocupación además de ligera molestia, su ceño estaba arrugado, una mueca le decoraba los labios y en sus ojos oscuros se vislumbraba confusión.

—No, no es necesario buscarme. Estoy aquí—Traté de bromear, pero mi comentario no le hizo gracia, al contrario, parecía aún más irritado. Eché la silla hacia atrás, para luego ponerme de pie y comenzar a andar en dirección a la salida, siendo seguido por Joel—¿El técnico te confirmó si venía hoy? ¿Mercedes ya está aquí? ¿Hablaste con el cardiólogo? Quiero que vea a mi padre mañana ¡Oh! Pauta para mañana una reunión con Anomis, quiero que le haga unas modificaciones a la página ¿Sabes si mi madre vendrá? Necesito...

Me detuve de pronto, en medio de la sala principal, extrañado por no haber recibido ni una sola contestación a todas las interrogantes que había arrojado. ¿Hablé muy rápido? ¿Le había hecho muchas preguntas en tan poco tiempo? Viré a mis espaldas, encontrándome con un Joel de expresión seria, postura recta, con una ceja enarcada mientras sostenía una Tablet contra su pecho.

Versos del alma Where stories live. Discover now