CAPÍTULO 11

20 7 0
                                    

Silencio, era lo que abundaba desde que Christian y yo subimos al auto con Franco luego de haber pasado casi una hora buscándolo por el centro de la ciudad. Un silencio bastante incomodo, junto a una palpable tensión que arruinaba a gran escala la atmosfera de camino a Carrasco.

Una mezcla de efervescentes emociones me invadía, las cuales descargaba mordiéndome el pulgar, al tiempo que movía intranquila mi pierna derecha en una especie de tic nervioso y clavaba mi mirada en la vía en lugar de aniquilar al mocoso del asiento de atrás con ella.

Durante una hora habíamos estado recorriendo tienda tras tienda, en los supermercados, las galerías, preguntando a cualquiera que se cruzara en nuestro camino, deteniéndonos en puntos importantes como la plaza cagancha, el Ateneo, mercado de los artesanos, la Plaza Independencia para explorarlos con mayor ahínco, por si lo encontrábamos ahí y solo nos detuvimos cuando una llamada entrante de algún número desconocido surgía en mi teléfono.

Cinco minutos después nos hallábamos en el Peatonal Sarandí, esquivando a las personas que deambulaban por ahí, hasta llegar a un puesto donde vendían suvenires, lugar que una desconocida indicó que estaría Franco, justo al frente de un chico con bonita voz que acompañaba con una guitarra acústica.

Apenas lo vi quise gritarle, zarandearlo por haberme hecho pasar un susto de muerte, un momento tan desagradable en el que creí que no lo encontraría, sin embargo, con lágrimas rodando por mis mejillas lo rodee con mis brazos y le susurré al oído que no lo volviera a hacer. Al principio no respondió, incluso pude notar sus músculos tensos ante la sorpresa y al cabo de cortos segundos, finalmente me abrazó, pidiéndome disculpas.

Christian estuvo en todo momento, expectante a la escena y sin saber que decir ni que hacer, se mantuvo a unos escasos pasos a distancia de nosotros, mientras yo al inicio luego de expresar mi alivio al verlo, le sermoneaba y le exigía explicaciones, quería principalmente saber con quién rayos estaba, por qué se fue de la nada y por qué no me había siquiera llamado para saber dónde estaba, si estaba bien al menos, hasta le hice saber que estaba a punto de acudir a las autoridades para que me ayudaran a encontrarlo, aunque implicara que su padre se enterase de que lo había perdido y muy probable terminar sin trabajo.

Franco no respondió ninguna de mis interrogantes, dejándome en claro que no hablaría hasta que estuviéramos en casa. No puse objeción al respecto, prefería eso a que se cerrara y de manera deliberada acabara por no contarme.

Le agradecí infinitamente a Christian por su paciencia, colaboración y tacto, porque soportó mi cambiante humor, me ayudó con la búsqueda de Franco, fue comprensivo desde que hablé con él por teléfono, además de darme palabras de aliento para intentar calmarme. A pesar de las múltiples oportunidades que tuvimos para hablar sobre la cita que tuvimos hace casi más de una semana, no discutimos sobre ello, mostrándonos concentrados de lleno en ese entonces en conseguir al párvulo, luego habría mucho tiempo para conversar, o al menos eso era lo que pretendía.

Cuando Christian estacionó por fin al frente del edificio, le pedí—más como una orden—a Franco que bajara del auto y me esperara en recepción, que si por alguna razón movía un solo musculo, acabaría bajo tierra. El sin chistar se encaminó en seguida y me esperó donde le había señalado, mientras yo me encargaba de atender otros asuntos los próximos cinco minutos.

—Lamento haberte ocasionado problemas, de nuevo gracias y...—No culminé mi idea porque de inmediato unos suaves y no tan delgados labios colisionaron con los míos, acallando hasta mis pensamientos y tomándome por sorpresa de una forma placentera—Linda forma de callarme.

Soltó Christian una risotada que se me antojó sensual y adorable al mismo tiempo.

—Quise besarte en la primera cita, pero al final de ella percibí tu incomodidad y estaba seguro que si lo hacía, empeoraría el escenario—Admitió, regalándome una tierna sonrisa y contagiosa—No había tenido una cita desde que rompí mi compromiso con Shannon. Desde entonces como alternativa de escape me dedique exclusivamente al trabajo arduo, me alejé incluso de mis amistades, familia, conocidos cuando en realidad fue innecesario, hasta hace algunos meses, que decidí que era tiempo de enmendar mis errores y empezar un nuevo capítulo en mi vida.

Versos del alma Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang