Viernes

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No se van. No se van. No se van.

No se va.

Siembra sus semillas del mal en cada resquicio. Derrama su veneno y me colma de él.

Me ahogo.

Por favor, madre. Madre, escucha mis ruegos. Los repito cada noche y no vuelves a tomar mi mano, a contarme historias de épocas más bellas. Aquellas en donde no existe la tragedia y los finales son felices. No vuelves a llevarme contigo, a donde quiera que sea. ¿Por qué no me oyes? ¿Acaso ya me has olvidado?

Yo no te olvido, aunque tu rostro trate de ocultarse, de rehuir de mis recuerdos borroneados por un mar de llanto. Te sigo pensando todo el tiempo, buscando en las sombras, en los sonidos con los que mi mente juega conmigo, en los reflejos efímeros que veo en cristales empañados. Ha pasado tanto desde tu partida y todavía te pienso y te anhelo y espero, espero, espero que regreses y sonrías y me convenzas de que todo fue un mal sueño.

Como cuando era niña, a mis tres o cuatro años, despertando entre gritos y sábanas revueltas. Así despierto algunas madrugadas, desmadejada. Usada y descartada a un costado, con un millar de penas y sin gloria. Despierto y me abrazo a mí misma ante el calor ausente de los que tú me dabas. Me abrazo y contengo el llanto hasta que queman casi tanto como las heridas que él me causa.

Entonces, solo entonces, lloro por lo bajo, para que nunca me oiga.

No hay sabor que desee y lo atraiga tanto más que aquel del trazo que dejan mis lágrimas a su paso.

Los fragmentos olvidados de Ava Dare (Instantes perdidos #1)Where stories live. Discover now