Mentiras Parte 2

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Sari estaba en su habitación, se sentía muy satisfecha por la fechoría que había hecho, ni siquiera le importaba que Matsuri o los hermanos de Gaara le vinieran a hacer algún reclamo, ella estaba muy segura de que se saldría con la suya.

—¡Ya te dije que te calles, mujer!

El grito que vino desde la planta baja de su casa, le llamó la atención. Su ceño se frunció, esto no era algo nuevo, los gritos y las peleas eran cosa de todos los días en su hogar.

—¡Haz lo que te digo, prepara la comida y plancha mi ropa, eres una holgazana! —aquel grito lleno de ira fue acompañado por un golpe y un alarido de dolor de parte de una voz femenina, entonces, Sari se cubrió los oídos con ambas manos.

—¡Por favor, no me golpees más!

Mientras escuchaba los gritos, ella solamente cerró los ojos y se quedó quieta en su lugar, sentada sobre su cama. Su cuerpo temblaba del miedo, pero ya estaba acostumbrada, su padrastro siempre golpeaba a su mamá y ésta no hacía nada por defenderse, sólo aceptaba sus maltratos e insultos sin más.

—Ese imbécil... —murmuró la chica, bajando de su cama para abrir la puerta del cuarto, podía escuchar a su madre llorar, mientras ese sujeto golpeaba los muebles, seguramente estaba ebrio y estaba fuera de sí mismo. A ella le daba mucho miedo, pero, aun así, era la única que podía defender a su madre, así que bajó corriendo y fue hacia la cocina, en donde encontró a su mamá tirada en el suelo, con un ojo morado y el labio sangrando—. ¡Mamá! —Sari se apresuró a revisarla, sin siquiera tomarle importancia a ese hombre, que la miró con los ojos crispados de rabia—. ¿Estás bien, mamá?

—Sari, vuelve a tu cuarto, todo está bien —dijo su madre, y ahí estaba de nuevo, diciendo que "no era nada", que las cosas estaban bien, en lugar de llamar a la policía y defenderse de ese infeliz.

—No, vamos las dos —respondió la menor, tratando de ayudar a la mujer de cabello castaño corto a ponerse de pie, pero se notaba que le dolía todo el cuerpo.

—Tu madre todavía no prepara la cena —dijo su padrastro, dándole un manotazo en el brazo a Sari con tanta fuerza, que le hizo caer al suelo sentada.

—Cariño, no —su madre rápidamente intervino, parándose delante de su hija; ella podía permitir que la masacraran si era necesario, pero no dejaría que golpearan a Sari—. Yo ya te hago de comer, deja que Sari vaya a hacer su tarea, ¿sí?

Él no dijo nada, simplemente las miró a ambas de mala gana y se fue hacia la sala a ver la televisión, en lo que su cena estaba lista.

—¿Por qué siempre dejas que te golpee? —se quejó la chica, poniéndose de pie sola—. Estoy harta ya, mamá, ese imbécil un día te va a matar y tú como si nada.

—Shhh —la mayor le hizo un gesto con su mano para que bajara la voz—. Guarda silencio, no quiero que te oiga, ya sabes que no debes venir cuando se pone así, vete a tu habitación y cierra con llave —ella sonrió, a pesar de los golpes y las lágrimas que bajaban por sus mejillas—. Él ya se calmó, así que no me pegará más.

Sari apretó sus puños con enojo ante las palabras de su madre y esa estúpida sonrisa que sólo intentaba tranquilizarla, pues ella sabía que esto nunca iba a acabar, no mientras no echaran a ese tipo de la casa.

—Eres una tonta —fue todo lo que dijo antes de irse corriendo escaleras arriba.

Odiaba a su padrastro por ser el monstruo que era, y odiaba a su madre por no tener orgullo y no defenderse a sí misma, por esa razón, Sari era como era, por eso no le importaba dañar a otros para conseguir lo que quería, porque había crecido viendo cómo los demás se lastimaban entre ellos, en su propia familia, en donde sólo debía recibir amor y cuidados.

No Me OlvidesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora