Confusión Parte 2

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Naruto se sentó a la mesa del comedor luego de destapar el envase de ramen instantáneo ya listo, el cual humeaba y desprendía el delicioso sabor que a él tanto le gustaba. Su departamento era pequeño, solamente tenía dos dormitorios, el baño y una sala común, en donde se ubicaban dos sillones individuales y la mesa para comer, mientras que, detrás de una pequeña separación, estaba la cocina, que era del tamaño justo, pero él casi no la usaba, no sabía cocinar.

Naruto vivía con su padrino, quién era su tutor legal desde el fallecimiento de sus padres, pero él casi nunca estaba en casa, salía durante largos periodos para investigar y buscar inspiración para sus novelas, él era muy famoso y exitoso, aunque para el rubio no era más que un pervertido. Él vivía gracias a la mantención que sus padres le habían heredado, con ella, había adquirido aquel pequeño departamento, ya que no soportaba vivir en la casa de ellos, porque los extrañaba demasiado.

Siempre parecía que nada lo agobiaba, que ante los demás, Naruto siempre era feliz, pero cuando estaba así, solo en casa, sin la compañía de sus padres, en esos momentos él se permitía borrar su sonrisa un momento y dejar salir su tristeza.

—Ah... sabe bien... —murmuró con desánimo. Miró hacia un costado, junto al sillón había una mesita de noche, en donde estaba una fotografía de sus padres. Se la quedó mirando durante varios segundos, preguntándose cómo sería si ellos siguieran estando a su lado. Sintió como si un agujero se le hiciera en el pecho y cerró los ojos, tratando de calmarse—. Basta, basta, todo está bien —se decía una y otra vez, fue entonces que la imagen de cierta jovencita de ojos perlados se le vino a la mente.

Cuando Naruto pensaba en Hinata, su corazón se llenaba de calidez, su pecho se inflaba lleno de energías y el dolor parecía esfumarse.

—Hinata... —murmuró, sonriendo. Se revolvió el cabello con ambas manos, confundido—. Ah, ¿qué debería hacer? ¿Debo decirle que me gusta? —se preguntó, confuso—. ¿Y si yo no le gusto?

Frustrado ante el último pensamiento, agarró el envase de ramen y se lo llevó a la boca todo de una sola vez.

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Ino se encontraba en su cuarto, acababa de tomar su baño y ya se había puesto el pijama. Su habitación era enorme, toda en tonos morados y violetas, muy femenina. Ella pasaba gran parte del día sola en la enorme mansión, acompañada de los empleados, porque su padre siempre estaba de viaje. Su madre había fallecido cuando era muy pequeña, ella era la hermana de la madre de Matsuri. Ino no la recordaba mucho, apenas tenía imágenes de ella guardadas en su mente, un par de sonrisas, algunas canciones que le solía cantar, la manera en que acariciaba su cabello hasta que se quedara dormida, era todo lo que Ino sabía de ella, a parte de lo que le contaban su padre y los empleados.

Se sentó sobre la cama y miró la televisión que estaba encendida en un canal de música, donde estaban pasando videos del grupo que le gustaba. Ino siempre se había sentido superior a los demás, era hermosa, lista, tenía dinero, ¿cómo podría sentirse inferior con todo eso? Pero entonces pensaba en que su más reciente capricho ni siquiera la volteaba a ver y se frustraba por ello, no importaba lo que hiciera, Gaara no le prestaba atención.

—Idiota... —murmuró, preguntándose por qué no podía tener a Gaara si ella tenía todo lo que quería.

Volvió a ver la pantalla del televisor y en ese momento enfocaron a uno de los integrantes de aquel grupo, tenía el cabello negro y el corte era el mismo que el de Sai. Cuando Ino se dio cuenta de que la imagen de ese músico le había recordado a Sai, se dio un golpe en la cara, frustrada.

—¡¿Qué te sucede, Ino Yamanaka?! —se regañó a sí misma. No podía creer que estaba pensando en ese raro sujeto. No había ninguna razón para que ella recordara a tal sujeto, él estaba loco y era un desperdicio de su tiempo, a fin de cuentas, ni siquiera le iba a servir para alejar a Matsuri de Gaara, lo mejor era que ya no se volviera a acercar a él.

No Me OlvidesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora