48. DESFALLECIDA

223 27 3
                                    

Las rodillas de Robbie cedieron y se encontró sentada en el suelo, desfallecida. No porque estuviera exhausta, que lo estaba, le ardían los brazos. No, estaba famélica, no había comido nada desde antes de ver llegar a la comitiva. Su estómago rugía, y le temblaban las manos, incluso tenía ganas de vomitar. Lo de los escalofríos también era algo a tener en cuenta.

Se tumbó en el suelo incapaz de ponerse en pie.

—Milady, ¿se encuentra bien?

Ian se acuclilló a su lado y le tomó la mano. Ella abrió los ojos y lo vio preocupado.

—Necesito miel ¿Podrías traerme un poco de miel? O algo muy dulce.

—Enseguida.

Se puso en pie y corrió como alma que lleva el diablo, mientras tanto, Brian se sentó en el suelo, junto a ella.

—¿Sabías que no soy milady? No pertenezco a la nobleza, ni tengo riquezas, ni nada parecido. Soy una mujer corriente, como cualquier mujer de la aldea.

Se sintió satisfecha al decirlo, se vivía realmente bien como una dama, todo el mundo la trataba con respeto, casi con reverencia. Pero se engañaba a sí misma, era un milagro que no la hubieran relegado a la cocina.

—No importa, para nosotros siempre será una dama. Es la prometida de mi señor Janick, con eso es suficiente.

Tenía entendido que el único señor del clan era Connor, pero estaba visto que, para algunos, antes que el laird estaba Janick.

—Gracias —murmuró apenas alcanzando el tono adecuado para que lo oyera el guerrero.

Después de llegar Brian con el encargo y tomar un poco de miel, al rato, se sintió lo suficientemente fortalecida como para incorporarse. Lo hizo lentamente, auxiliada por un solícito Brian. Una vez en pie, fue escoltada hasta la cocina donde la acomodaron en una gran mesa y la rodearon de ricos manjares pensados para elevar lentamente su glucosa en sangre. Como si ellos supieran de estos males del siglo XX y XXI. Nueces, fruta y unas gachas de avena que le aplacaron el estómago.

Una vez saciada su hambre, y sin peligro de caer redonda al suelo, fue escoltada nuevamente por los dos guerreros, esta vez hasta la alcoba que compartía con Janick.

Por el camino, iba rezando, no era muy religiosa, más bien de las que se acordaba de Santa Bárbara cuando tronaba. Ciertamente, dios y ella eran grandes desconocidos, esperaba que no se lo tuviera en cuenta ahora que lo necesitaba.

GuerrerasOnde histórias criam vida. Descubra agora