106. POR FIN EN CASA

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Parecía el fin de una pesadilla, no quería darlo por hecho hasta que estuviera por fin en casa.

Janick había sido muy paciente con el nuevo mundo y todo lo que no conocía, que era demasiado para un hombre de su tiempo.

Ayudó a su esposo a entrar al baño. El cirujano le había autorizado a ducharse y, una vez vestido, podrían marcharse con el alta hospitalaria.

El encuentro de Janick con una ducha y un inodoro fue realmente fascinante. El momento del aseo se volvió de lo más sensual y hubo de refrenarse puesto que el guerrero aún estaba convaleciente. Pese a que él decía encontrarse bien y dispuesto para la batalla, lo convenció de descansar durante unos pocos días cuando llegasen a casa.

A mediodía estaban en la puerta del recinto hospitalario esperando por un coche que les vendría a buscar.

Janick vestía ropa moderna: vaqueros, camisa de franela y chaqueta de loneta. Nunca un hombre le pareció más atractivo, aunque con sus ropas de guerrero también estaba imponente.

—Resplandeces —comentó Janick como de pasada.

Llevaban un buen rato viajando en silencio en aquel extraño artefacto con ruedas. Su bella esposa volvió la mirada hacia él, los ojos le brillaban con lágrimas no vertidas.

—Lamento haberte hecho llorar tanto en estos días.

—Estas son lágrimas de felicidad. No lo puedo evitar, y mira que soy una mujer dura en cuanto a las emociones, pero estos dos últimos días han sido muy intensos.

La atrajo más junto a él y le besó la mejilla. Nunca se había sentido tan feliz y completo.

—Digo que resplandeces. ¿Te hago feliz?

—Lo haces. No sé qué nos deparará el mañana, pero pienso aprovechar lo que tengo ahora mismo. Y te tengo a ti, vivo, no puedo pedir más a la vida.

Él estaba sobrepasado por los acontecimientos.

Había quitado la vida al viejo McTavish, como correspondía teniendo en cuenta lo que había ocurrido.

Lo habían llevado al futuro para salvar su vida. Había tenido miedo en un mundo que no conocía y en manos de extraños, estando débil e incapacitado para defenderse de cualquier peligro.

Había conocido las comodidades del tiempo de Roberta, y había cosas que le habían gustado muchísimo, como ese baño cálido con el agua cayendo sobre su cuerpo dolorido. Y ese maravilloso calzado que estaba usando.

* * *

Cuando llegaron al castillo McTavish allí estaban ya los otros guerreros: Malcolm, Cameron y los McTavish: Gavin y... Roy, según le había informado su esposa.

—Hermano. Qué gusto verte en pie.

Ese era Malcolm. Lo envolvió en un abrazo de oso y le palmeó la espalda con efusividad. En ese momento se dio cuenta de que no estaba tan bien como pensaba y había declarado.

—Me imagino que ya conocías a Gavin. Y él es Roy.

Los McTavish asintieron al igual que Cameron. Pero fue hasta este último y le tendió la mano.

—Gracias, nuevamente.

Después, él y su esposa se volvieron hacia Brodick McTavish, quien había hecho posible todo, también gracias a él es que estaba vivo.

—Siento que las circunstancias hicieran que arrebatara la vida de tu padre. Pero no tuve elección.

—No tienes por qué disculparte. Mi padre cruzó una línea y ese fue su fin.

Roberta se adelantó y ofreció algo en su mano, el tipo miró el objeto, el anillo, y dio un paso atrás.

—No lo quiero. Te agradezco el gesto, pero no lo necesito. No hay nada en ese tiempo que yo quiera conocer. Y no tengo la ambición suficiente como para utilizarlo.

—Tu hermano Ethan está allí.

Brodick sonrió y miró alrededor.

—Si él o algún otro hermano me necesita alguna vez confío en que harás lo posible por hacérmelo saber. Mientras tanto, no dudo que serás la digna custodia de mi parte de esa herencia.

Después de una breve despedida con su primo, Roberta entregó el anillo pequeño a Malcolm para que, siguiendo las instrucciones, regresaran al otro tiempo a recuperar sus monturas y reunirse con los otros MacCunn.

Ellos viajarían en ese extraño carromato hasta algún lugar lo bastante cercano a casa, y de este modo se ahorrase Janick la incomodidad de un largo viaje a caballo.

Se iban a poner en camino cuando Brodick reapareció llevando algo envuelto en un paño oscuro.

—Olvidas esto.

Le entregó el largo objeto y supo, antes de desenvolverlo, que era su espada, la que había perdido cuando fue en busca de Jamie a este tiempo. Tenía un recuerdo brumoso de ese momento.

—Gracias —murmuró apenas sin voz.

El otro hombre asintió y se alejó, entonces emprendieron el camino a casa.

* * *

Connor estaba inquieto, se ejercitaba con Brian e Ian, que ya estaban bastante repuestos de sus heridas.

No habían pasado muchos días pero estaba preocupado. Había enviado a Lachlan al clan de los McTavish por si había alguna novedad. Pero nadie sabía nada. Los guerreros MacCunn permanecían allí esperando reunirse con los viajeros para regresar a casa.

De pronto, los jóvenes guerreros se detuvieron en su adiestramiento mientras desviaban la mirada más allá, a la linde del bosque.

Se volvió y vio qué es lo que llamaba la atención de sus hombres. Janick y Roberta venían caminando subiendo la loma. Su amigo, su hermano, vivo y completo, ¿qué más se le podía pedir a la vida?

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