56. ALLÁ DONDE VAYAS...

286 27 3
                                    

La siguiente jornada llegó pronto, Janick dejó a su mujercita en el lecho, dormida y cálida bajo las suaves pieles.

Ya no tenía tanto atractivo dormir al raso o en el salón, ni siquiera, en los brazos de otra mujer. Se había acostumbrado a yacer con su mujercita, aunque lo único que hicieran fuese dormir. Cosa que no ocurría con frecuencia, él siempre amanecía satisfecho, y era feliz de admitir que Roberta también amanecía así.

Mientras caminaba hacia la zona de instrucción, el anillo le pesaba cada vez más en el morral. Llegaría el momento en que tuviera que entregárselo a su mujer, y entonces ella se marcharía para siempre. Cosa que le ponía de muy mal humor.

—Hombre, Janick, ¿Qué tal Roberta?

Malcolm lo agarró del brazo cuando pasó por su lado, se detuvo y lo miró con cara de malas pulgas.

—¿Qué pasa contigo?

—Nada, hombre. Solo quería saber cómo estaba Roberta. Me he enterado de que anoche estaba indispuesta.

—Ah, ella está bien. ¿Te apetece una buena pelea?

—Diablos, muchacho. Claro que sí.

Malcolm, siempre dispuesto, acompañó a su amigo Janick hasta la explanada y se puso en guardia.

Después de unas cuantas horas de combate, compartieron un odre de hidromiel.

—¿Podría pedir tu consejo?

Ambos estaban apoyados en el muro, viendo a los guerreros ejecutar fintas de defensa y ataque.

—¿Sobre mujeres? Amigo Janick, creo que ya no necesitas consejo para hacer las cosas bien. Te volviste un experto.

—Maldición, hombre. No se te puede decir nada en serio.

Janick se empujó contra la pared, se enderezó y se alejó de Malcolm. Éste, se daba cuenta de que no era el momento idóneo para bromear, pero es que su amigo era tan hosco y serio que no podía evitarlo.

—Espera, Janick —Lo agarró del brazo y éste se sacudió la mano, volviéndose y adoptando una posición defensiva.

—No me tortures con tus tonterías, porque te juro que te arranco las tripas.

—En serio, hombre. Perdóname. —Logró ponerse serio—. Soy todo oídos.

—Vamos.

Emprendieron un paseo a marchas forzadas hasta que se encontraron lo bastante alejados de la fortaleza y de oídos curiosos.

—¿Qué harías si hubieras encontrado algo que otra persona necesita, pero sabes que, si se lo das, esa persona se marchará para siempre?

Definitivamente, era un acertijo, pero no se atrevió a hacer una chanza, como acostumbraba. Janick estaba demasiado susceptible esta mañana, como para jugar con él.

—Podrías ser más claro.

—No te lo puedo contar.

—Bueno... con eso que me has dicho, así tan críptico... ¿Qué interés tienes en mantener a esa persona cerca?

—Pero, ¿Qué harías tú?

Puff, era algo complicado dar una opinión sin saber realmente sobre qué opinaba.

GuerrerasWhere stories live. Discover now