21. La protegida

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"Solo basta con responder".

—No soy uno de ellos.

—¿Perdón? —Parpadeo nerviosa, mientras mis manos no dejan de juguetear inquietas en la mesa, demostrando mi transparente tensión al encontrarme sentada junto a Seth.

Luego de que Hades me salvara de esa incómoda situación en los pasillos, corrí a esconderme a mi aula y me negué a salir, incluso luego de que la clase concluyera. Era un suplicio enorme imaginarme de que allá afuera, había más dioses sueltos, haciendo de las suyas y acosando a la gente.

Bueno, quizás eso sonó prejuicioso. Pero ya tenía suficientes problemas con ellos, como para desear volver a cruzármelos de nuevo.

Ganas no tenía. Dicen que vida solo hay una, pero para formas de morir existe todo un catálogo.

Mi cabeza era un caos, o lo fue en ese momento. Estuve a segundos de colapsar, debido a toda la tensión y ansiedad que se había adueñado de mí; luego de que toda una revelación mortal me abofeteara el rostro con guante blanco.

No lo vi venir... o quizá, fuera de todo ese momento, resaltaba uno en especial. Uno que no dejaba de hacerme ruido.

Yo... me aferré a Hades. Fue un acto reflejo, pero lo hice.

Le temía, pero por un segundo, lo olvidé.

Fue extraño y confuso, pero su toque, me transmitió una sensación de protección y estabilidad que logró tranquilizarme por ciertos instantes.

Fue después, ya lejos de todo, cuando me di cuenta de aquello. Reaccioné mal, y solo conseguí enfadar al dios. Porque se marchó, dejándome ese horrible nudo en la garganta y sintiéndome un total fracaso humano.

Lo estaba intentando, en serio. Pero parecía que solo conseguía demostrar lo contrario.

Cuando por fin el hambre terminó venciéndome, me vi obligada a salir para conseguir alimento. Y fue justo en el tiempo que puse un pie fuera del umbral, cuando el albino me encontró.

Llevaba tiempo afuera, a esperas de que saliera para poder enfrentarme.

No dijo mucho, solo me preguntó si ya había comido, cosa que negué en respuesta inmediata. Lo que le siguió fue más simple, me manifestó que teníamos que hablar y que buscara un lugar para eso.

A pesar de todavía tener dudas sobre él, accedí. Fueron pocas palabras que cruzamos, pero lo traje al único lugar en el que podría estar con él, segura y sin riesgos de posibles peligros o incomodidad.

Warriors se había convertido en mi segundo hogar desde que llegué a Nueva York, los clientes me conocían y había logrado formar buenas migas con todos ellos. Me aceptaron como una de las suyas, y hasta habían hecho el juramento de protección después de mi primera semana, donde me asignaban un lugar bajo su ala.

Como les dije: un lugar seguro.

Luego de tomar asiento y conseguir muchas miradas curiosas e indiscretas, ambos nos sumimos en un profundo silencio. Yo, nerviosa e inquieta en mi asiento; y él, con su mirada analítica puesta sobre mí. Todo en completo mutismo, logrando un ambiente tenso y algo agobiante.

No quería mirarlo, y él no dejaba de estudiarme. Como lo había hecho antes, específicamente, cuando descubrí la verdad de los otros dioses.

Hasta que habló. Y luego le seguí yo.

—Estás asustada —confirmó para sí—. Ese es un comportamiento natural para las personas que de algún modo, logran conocer y descubrir la verdad... sobre los dioses.

HADES | Dioses latentes #1 (PAUSADA POR CORRECIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora