8 🐺 Cara a cara

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Italia

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Italia

Santa Margherita Ligure

Imperiale Palace Hotel

Después de unos quince días, donde en el medio Millennia firmó los papeles del casamiento por civil a solas en el departamento, se encontraba en la habitación del hotel preparándose para su boda que se realizaría por el mediodía.

Faltaba menos de media hora para dejarse ver y tanto sus cuñadas como su suegra se estaban arreglando con la ayuda de la asistente en el otro cuarto, ya que ella sería la última en vestirse.

Mientras esperaba su turno, la joven miró por la ventana solo para ver cómo iba todo en el sector donde habían armado el altar al aire libre y las sillas para los invitados. Pero de inmediato clavó los ojos en el hombre de esmoquin que estaba de pie en el altar, en el lugar donde se ubicaba el novio. Abrió la ventana y escuchó que una voz masculina lo nombraba por su nombre y apellido, y que lo felicitaba por el pronto casamiento. Desde allí, todo comenzó a darle vueltas. La respiración se le disparó y tuvo un estado de shock que sentía que se desmayaba.

Valeria abrió la puerta contigua para llevarle la caja de zapatos, pero cuando la vio con la cara desencajada fue a su encuentro para sujetarla por la cintura.

―¿Te encuentras bien? ―preguntó y ella le negó con la cabeza.

―¿Quién es tu hermano? ―Apretó los dientes.

La joven tragó saliva al escuchar la pregunta y no pudo mentirle más.

―Amos.

―¿Con él me caso?

―Sí. Siento mucho que debimos mentirte.

―Él deberá darme explicaciones ―dijo ardida―, me siento una estúpida. Todo este tiempo me mintió.

Val la acompañó para que se sentara.

―Te traeré un poco de agua.

La joven mujer entró al dormitorio de al lado y les explicó la situación a su madre y a su hermana.

―Se lo había dejado claro que era una locura todo esto, que era mejor decirle la verdad ―emitió Giovanna algo molesta.

―Amos siempre tiene que ocultar todo, no tiene porqué sabiendo quien es ―dijo Vittoria.

―Lo sé, pero su hermano es complicado a veces.

―Le llevaré un vaso de agua ―comentó Valeria.

Cuando la joven fue al otro cuarto, no la encontró allí.

―No está.

―Se nos llega a ir y estaremos en un problema ―emitió Gio.

―La culpa la tiene Amos ―expresó Val de nuevo―, si le hubiera contado todo, no estaríamos en esta situación.

Las tres salieron del dormitorio para buscarla, pero la encontró Martino en un rincón del lobby del hotel.

El Siberiano de Génova ©Where stories live. Discover now