10 🐺 Confesión

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Suite

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Durante la madrugada, Millennia volvió a soñar con los cinco lobos y la cueva redonda, pero esta vez uno de los lobos, el líder, entró a la cueva dándole la indicación a ella que debía entrar también.

Vio a una mujer dar a luz a un bebé y a su pareja tratando de traer al mundo al recién nacido. La joven escuchaba una conversación casi inaudible, pero sabía lo que decían, hasta que dijeron el nombre del bebé y ella se despertó sobresaltada.

Quedó sentada en la cama e intentó normalizar la respiración. Giró la cabeza y vio al hombre dormir con tranquilidad. El sueño le dejó saber que era Amos aquel bebé que nació en la cueva.

Se acercó a su cara y acarició la mejilla masculina. Estaba áspera.

―Amos...

El hombre abrió los ojos de inmediato.

―Creí que dormías —dijo sorprendida.

―Tengo el sueño liviano.

―Lo siento ―se disculpó y prefirió callarse.

Se acostó otra vez y cerró los ojos para poder conciliar el sueño de nuevo. Terminó por quedarse dormida.

Amos creyó que estaba a punto de decirle algo, se lo veía en su rostro y sabía que cuanto antes debía confesarle todo para que ella estuviera tranquila también. Sin embargo, sabía que, si se lo decía, las cosas no iban a ir bien, Millennia podría alejarse más de él y no resultaría como quería. Tocó su brazo y le dio un beso en el hombro. La joven de a poco comenzó a relajarse y él se durmió otra vez.


🐺🐺🐺


A la mañana siguiente, en el desayuno que tuvieron en el restaurante del hotel, charlaron de varios asuntos e incluso del sueño que la chica tuvo durante la madrugada.

―Te vi en el sueño.

―¿Qué viste? ―Frunció el ceño.

―La cueva con los cinco lobos, pero esta vez, uno de ellos entró y yo tuve que entrar también.

―¿Y por qué dices que me viste?

―Vi a tus padres y a ti de bebé.

Una persona pasó cerca de su mesa y se calló.

―No es algo para hablar aquí cuando hay muchos oídos curiosos.

―Estás admitiendo que hay algo más que me ocultas —levantó una ceja mirándolo con atención.

―¿Por qué insistes? —Unió las cejas clavándole la vista también.

―Porque tengo derecho a saberlo. Me acabo de casar contigo, tengo derecho a saber más cosas de ti —insistió—. ¿Tú sabes cosas de mí? —preguntó curiosa.

El Siberiano de Génova ©Where stories live. Discover now