11 🐺 La verdad salió a la luz

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Tulum, México

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Tulum, México

Azulik

La pareja se encontraba tomando sol en el espacio privado que tenía su villa al lado del jacuzzi, Amos veía a Millennia dormirse cada cierto tiempo y lo estaba preocupando porque sospechaba que no había podido dormir durante toda la noche. Era como si durante la noche, los sueños se manifestaban para mostrarle señales y la vida que tuvo él y su familia siglos atrás, cada vez la sentía más débil porque sus descansos no eran relajados.

Creía que si le contaba ciertas cosas iba a tenerle miedo, pero tampoco podía verla como la veía, sin pasarla bien y con tranquilidad. Sabía que tenía que hacer algo porque a medida que pasaba el tiempo más difícil iba a ser la convivencia y solo él tenía que resolver el asunto de confesarle algo o tenerlo oculto aún.

Millennia se despertó de golpe abriendo los ojos con pavor y miró con incertidumbre, y asombro a Amos. En el sueño lo había visto ya de adulto joven enfrentándose a un hombre y él había resultado malherido. Bajó la vista en la zona de la herida y la levantó de inmediato viendo como El Siberiano la observaba.

—Ni te atrevas a decirme que estoy loca —escupió molesta, se levantó de la tumbona y entró para ponerse un vestido de verano.

—¿Qué viste? —preguntó siguiéndola detrás.

—¿Cómo es que sigues vivo con una herida semejante y habiendo vivido en un siglo muy antiguo? —Se quejó—, era una humana normal y corriente, a la que solo le gustaba cultivar flores y hacer con ellas cremas y bálsamos. Era una x en medio de una finca rodeada de bosque y pinos. Vivía tranquila. Hasta que apareciste tú y el lobo que tengo de mascota... —Subió más la voz—, y lo peor es que —puso los brazos en jarra—, no creo estar loca y me lo estoy tomando tan normal que hasta decirlo suena ilógico —contestó y se echó a reír.

La risa se convirtió en llanto en unos pocos segundos y cayó de rodillas sintiéndose devastada, abrumada y colérica por todos los secretos que su marido tenía. Amos se acercó a ella intentando abrazarla por los hombros, pero ella levantó la cabeza y trató de recomponerse como pudo.

—Ni siquiera lo intentes, no quiero que me toques —su voz sonó fúrica y se puso de pie quitándose las lágrimas—. Muchas veces te pregunté lo que estaba pasando, me las evadiste a todas, salvo un par de oportunidades donde afirmabas lo que te decía, no me vale nada si no me cuentas más cosas, sino me cuentas la verdad —alzó la voz de nuevo—, volveré, no me importa si me sigues o si te quedas, no me importas porque eres un mentiroso y tapas las cosas con excusas —le escupió poniendo la valija en la cama y abriéndola para meter la ropa y sus productos personales.

Amos quedó irritado y furioso, los ojos se le estaban cambiando de color y no podía controlarlo. Pero no podía echarle la culpa a ella porque él era el único responsable de lo que les estaba pasando. Solo por miedo a que la joven se alejara más no quería decirle la verdad... Sin embargo, Millennia se estaba comportando como lo que era, una mujer racional y sensata, algo que no podía creer aún.

El Siberiano de Génova ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora