17 🐺 Una drástica decisión

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Génova, Italia

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Génova, Italia

Dos meses después

Millennia no se encontraba muy bien desde que supo que estaba embarazada y ocultaba sus malestares con infusiones que ella misma se preparaba sin causarle daño a la criatura que llevaba en su vientre, aún el clima era fresco y no podía usar ropa amplia para que su panza no fuera notada por Amos, quien todavía no sabía nada al respecto.

Aquel día, la joven había decidido visitar por primera vez a su marido en la oficina donde trabajaba, no era un edificio muy alto y la fachada era modesta. El interior era austero.

Antes de que Millennia entrara a darle una sorpresa a Amos, la visita que había llegado primero que ella y Amos estaban discutiendo.

—¿Por qué te tuviste que casar con ella? —Le reprochó.

—Adrienna, no digas una insensatez, ya te lo expliqué en su momento, no quieras hacer que te lo repita, porque sabes muy bien que no te va a gustar nada —le dijo mordaz y mirándola con seriedad absoluta.

—Yo te amaba, Amos —le repitió con la voz trémula.

—El sentimiento jamás fue mutuo, no puedes exigir que te ame porque yo no huelo tu aroma y está claro que tú a mí tampoco, los dos estuvimos de acuerdo en un principio de tener una relación basada en sexo, en nada más y lamento que solo tú te hayas confundido en que lo que te daba era amor, porque jamás fue así —le expresó intentando hacer que recapacitara nuevamente.

—Somos de la misma especie.

—Eso no tiene nada que ver, Adrienna. Cuando sientes que es la persona indicada, sea humana o cambiaformas, es inevitable, el aroma de esa persona te lleva a encontrarla, y es lo que me pasó a mí. Lamento que a ti no te haya pasado aún. —Declaró el hombre queriendo acabar con esa absurda discusión.

Millennia llegó a escuchar lo último que él le había dicho y golpeó la puerta, entró cuando su marido le dijo que pasara.

Las dos mujeres al verse se quedaron incómodas, Adrienna por no esperarla y asustándose porque posiblemente hubiera escuchado la conversación, y Millennia porque no le gustaba nada que estuviera a solas con él, y se pasara de lista.

—No sabía que estabas visitando a mi marido —acotó la chica.

—A tu marido —recalcó—, lo conozco de hace años y como Giovanna me dijo la dirección pasé a visitarlo —contestó—, ¿o acaso no puedo?

—Sí, por supuesto.

—Adrienna, te pido por favor que te vayas.

—¿Y por qué no mejor me quedo y le cuento qué hacíamos nosotros dos hace cinco años atrás? —Ladeó la cabeza y su voz denotaba sorna.

—Ella ya sabe lo que hacíamos, no necesita escuchar más cosas. No tengo secretos con Millennia, si eso estás buscando, Adrienna. Y será mejor que te vayas, si viniste para molestar, era preferible que te quedaras donde estabas.

El Siberiano de Génova ©Where stories live. Discover now