12 🐺 Cambios

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México

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México

Habían pasado varias horas del baño relajante en el jacuzzi y luego de refrescarse almorzaron en el restaurante del hotel y posteriormente durante la caída del sol caminaron por la orilla del mar.

—¿Me contarás más cosas? Necesito saber más cosas.

—¿Qué más quisieras saber? —interpeló Amos mirando el horizonte del mar.

—Todo si es posible, una parte ya la sé, pero quiero saber más. Por ejemplo, ¿con qué se alimentan? ¿Son como los lobos que conozco? Es decir, ¿como los animales?

El hombre rio por lo bajo ante sus preguntas.

—Ya viste con tus propios ojos que comemos lo mismo que un ser humano común y corriente, Millennia, somos seres humanos, evolucionados si quieres, pero seres humanos al fin y al cabo.

—¿Y con lo otro?

—Te dije antes que no podemos transformarnos, por lo tanto, no. Cada uno de mi familia tiene un cierto poder, pero no podemos convertirnos en lobos, lo que sí es que compartimos un poder —comentó y miró a la joven—, nos comunicamos por telepatía. Pero yo tengo más fuerza y más olfato que el resto de mi familia y soy el único al que se le cambia el color de ojos y tiene caninos alargados, posiblemente porque nací en el año 1000.

Millennia se sorprendió, pero no se aterró con su confesión.

—Por eso sabías dónde estaba cada vez que me encontrabas.

—Así es —asintió con la cabeza también.

—¿Son inmortales? —cuestionó curiosa.

—No, pero está claro que vivimos mucho tiempo, ya lo viste también.

—En el libro decía que tu madre era una humana, ¿cómo es que...

—¿Que todavía vive? —Terminó la interrogación por ella y la muchacha asintió con la cabeza—, tiene una marca en la cara interna del muslo.

Millennia quedó sorprendida y un poco cohibida también, no por pensar en sus suegros, si no por pensar en ellos dos cuando fuese el momento en que Amos la marcara. El hombre la observó con atención fijándose en las mejillas que estaban rosadas más de lo que eran.

—¿Por qué estás ruborizada?

—Por nada en particular.

—Piensas en la marca o en nosotros dos, ¿verdad?

—Me fue inevitable no pensar en ello. Supongo que es normal pero en parte tengo un poco de miedo también, porque sé que me dolerá.

—De la única manera en que se marca a la compañera es cuando se está en el acto íntimo y no haré tal cosa porque todavía no estás preparada.

—¿Preparada para qué? —Quiso saber.

—Para marcarte.

—¿Y para lo otro?

El Siberiano de Génova ©Where stories live. Discover now