Capítulo 29

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NOAH

Ni siquiera sabía por qué me había dejado convencer para ponerme aquel vestido. Era de lo más inapropiado, y más si teníamos en cuenta que se me veía absolutamente toda la espalda. Me había tenido que poner un sujetador especial y todo, y, aun así, me sentía completamente desnuda. Pero Jenna era insoportable cuando se le metía algo entre ceja y ceja, y una par- te pequeñita de mí, una muy escondida, quería ver la reacción de Nick a este vestido. Durante todo el día se había comportado como si de verdad fuese mi amigo, había mantenido las manos alejadas de mí y, por extraño y contradictorio que pareciera, no me había gustado.

Por eso no entendí muy bien su mirada de disgusto en cuanto nos reunimos delante de los ascensores. Me había recorrido todo el cuerpo mirándome con el ceño fruncido y por un momento pensé que le disgustaba mi aspecto.

—¿Pasa algo? —pregunté decepcionada ante su mirada. No era esa la reacción que esperaba.

—¿No tendrás frío? —me contestó después de que un brillo extraño apareciese en sus ojos.

—Estoy bien —afirmé y me metí en el ascensor nada más abrirse las puertas. A mi lado, Jenna iba ataviada con unos minishorts de color negro y un top rosa muy provocativo. Iba muchísimo más expuesta que yo y no veía a Lion mirarla con el ceño fruncido.

Los chicos nos siguieron. En cuanto llegamos a la planta en donde es- taba el restaurante, me volví a quedar alucinada con la decoración y la amplitud de aquel sitio.

Nick nos guió hacia el restaurante que estaba junto a la piscina. Era muy elegante, de ahí nuestras vestimentas y me encantó poder estar disfrutando de todo aquello con amigos y con Nicholas. Esa era una de las ventajas de que tu madre se casase con un millonario, el lujo venía de la mano.

Nos sentaron a una mesa muy acogedora junto al caminito que daba a los jardines y a la piscina. Las vistas desde allí eran espectaculares y pronto estuvimos cenando y disfrutando de una agradable conversación y de una comida exquisita.

Mi móvil empezó a sonar, interrumpiendo la conversación. Última- mente no habían dejado de llamarme desde un número oculto y se me quedaban escuchando desde el otro lado de la línea.

—Diga —respondí y automáticamente una voz conocida me contestó al otro lado del teléfono. Era uno de los chicos con los que había estado jugando al vóley en la playa; si no me equivocaba, su nombre era Jess. Me explicó cómo se llamaba la discoteca y me pidió que fuésemos allí cuando terminásemos de cenar.

En cuanto les comuniqué aquello Jenna saltó emocionada y Nick volvió a mirarme de forma extraña. ¿Qué demonios le ocurría?

Cogí mi móvil y le mandé un mensaje. Sabía que aquello era ridículo pero si no paraba terminaría por amargarme la noche.

¿Qué demonios te ocurre? No has dejado de mirarme mal desde que he salido de la habitación.

Culpa mía © (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora