Capítulo 45

720K 38.7K 8.5K
                                    

NOAH

Me desperté mareada y con un fuerte dolor de cabeza. Al mirar a mi alrededor solo pude ver que una luz tenue y de color rojo iluminaba la habitación en la que me tenían retenida. La cama en donde estaba sujeta y la silla austera que ocupaba una esquina era lo único que había; el olor era nauseabundo, como a pis de rata. Una música de discoteca procedente del exterior me impedía escuchar nada, aparte de mi acelerada respiración y los latidos enloquecidos de mi corazón.

Al comprender lo que había ocurrido empecé a notar cómo me entraba el pánico, un pitido familiar empezó a resonar en mis oídos y juro que era capaz de sentir la sangre bombeando aceleradamente por todo mi cuerpo, intentando seguirle el ritmo a mi corazón. Tenía un regusto amargo en la boca y deseé poder beber un vaso de agua fría; lo que fuese con lo que me habían drogado me había dejado completamente fuera de juego. Me incorporé en la cama y entonces escuché el rechinar de unas cadenas: me habían encadenado una de las manos a la pared. Con la otra intenté soltarla pero en vano. Haciendo esfuerzos por calmarme comencé a pensar en cómo podía salir de allí. No había encontrado mi móvil por lo que no podría comunicarme con nadie pero lo que más me asustaba, lo que me tenía casi presa del pánico, era la amenaza de que mi padre estuviera detrás de todo esto.

Aquello no podía estar pasando. Mi padre estaba en la cárcel y aunque lo hubiesen soltado era ridículo pensar que lo primero que haría sería buscarnos a mi madre y a mí y secuestrarme como lo habían hecho. Comencé a desesperarme y tiré y tiré de las cadenas, haciendo ruido y odiando las lágrimas que nublaron mi vista por unos instantes. ¿Cómo había sido tan idiota? ¿Cómo no me había tomado aquellas amenazas más en serio? ¿Por qué no le había hablado sobre ello a Nicholas?...

Nick.

Ahora estaría volviéndose loco y seguramente culpándose de todo. Da- ría lo que fuese por retroceder y haberme quedado con él, no debería haber salido sola.

Cuando nos encontramos en situaciones límites siempre nos da por pensar en las cosas que nos hubiese gustado decirles a las personas que queremos o en cómo hemos sido tan idiotas por preocuparnos por cosas tontas cuando la vida sí que puede ser peligrosa. A mí me habían secuestra- do y esto sí que era algo de lo que preocuparse.

Entonces escuché cómo alguien abría la puerta y la persona que apare- ció hizo que un escalofrío me recorriera de arriba abajo: Ronnie.

—Estás despierta... bien —dijo entrando y cerrando la puerta tras de sí. La poca luz que había en la habitación me dejó vislumbrar claramente sus ojos oscuros, con aquellas comisuras hacia abajo, y su pelo rapado al cero. También pude ver un nuevo tatuaje que se había hecho cerca del ojo derecho: una serpiente tan escalofriante como su aspecto amedrentador y peli- groso.

Avanzó con cuidado hasta sentarse a mi lado en la cama. Intenté apartarme lo máximo posible dentro del poco espacio que tenía.

—He de decir que me pone muchísimo verte en esta cama atada y a mi merced —confesó, recorriendo mi cuerpo con ojos lujuriosos. Maldije la hora en la que había decidido ponerme un vestido ajustado, pero no podía hacer mucho más que intentar controlar mi respiración y el miedo que me tenía petrificada en la cama—. No sé si te habías dado cuenta, pero tienes un cuerpo espectacular —comentó posando su mano en mi tobillo desnudo. Intenté apartarlo, pero me lo sujetó con fuerza contra el colchón.

Culpa mía © (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora