ミCapítulo Cuatro彡

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Decir que los días previos al viernes por la tarde fueron relajados, sería una tremenda blasfemia por parte de Erick Colón. No hubo instante alguno en que su Omega y él estén tranquilos, en menos de veinticuatro horas había terminado con una cajetilla de cigarros y media docena de cervezas.

En la universidad no se encontró por ningún lado a Joel Pimentel, inclusive creyó que el Alfa solamente fue una dolorosa ilusión de su cabeza.

Sin embargo, el haber recibido un mensaje hace dos horas, ocasionó que la sonrisa más radiante se postre en su bello rostro.

—No sé qué ponerme.

Frustrado, tira varios mechones de su cabello mientras da vueltas por la habitación. Una excelente opción sería ir con Christopher —aunque no está en casa—, no obstante, desde esa noche en la que mencionó a Anderson, sus conversaciones se volvieron tensas y limitadas. Saludarse por cortesía les estaba volviendo locos. Lo peor de todo, solamente uno sabía la verdad.

—Maldita sea —continúa blasfemando, patea uno de sus botines favoritos, aclarando que le costó más de lo que había pensado—. Si en cinco minutos no encuentro nada, iré con mi pijama de cerezas y el gorrito de oso.

Agudizando su sentido para oír, percibe que la cerradura está siendo manipulada. No hay olor cerca, así que tal vez es su hermano que vuelve del lugar en el que haya estado. Difícilmente podría ser algún ladronzuelo o un acosador, viven en una zona muy resguardada a petición de sus padres.

Caminando con sutileza agarra el objeto más cercano, una lámpara de tonalidad azul con manchas blancas. Bueno, sí no fuese tan paranoico se reiría por el tremendo espectáculo que está armando. De todas formas, vale más prevenir una futura muerte que no deseó.

Examina minuciosamente cada rincón del departamento, la puerta no fue abierta y el ruido dejó de escucharse. ¿Habrá sido su imaginación? No puede tratarse de eso. No. No. Imposible.

Da media vuelta, pensando más a fondo la situación. Hasta que Christopher decide ingresar y saludar en voz alta.

Erick suelta la lámpara en el segundo que un fuerte y agudo grito escapa de su garganta.

—Soy yo —anuncia con voz relajada Christopher, colocando un par de bolsas en el suelo antes de ir hacia su hermano.

—Claro que eres tú, idiota.

—No seas un llorón.

Manteniendo una sonrisa cálida, limpia con sus pulgares las lágrimas que se deslizan por esas suaves mejillas. Deja un beso en la frente de Erick.

—¿Qué hiciste ahora?

—¿Acaso no vendrá tu Alfa por ti? Venga, te daré una mano para que lo vuelvas loco.

[...]

Disfrutaron el momento como si fuesen unos pequeños cachorros igual a años atrás. No hay ataduras de por medio, solo son ellos. No existen rivalidades por quién llega primero a papá o mamá, por quién no ensucia su ropa al comer, por quién termina primero con los deberes. No existe nada de eso.

Christopher hace diez minutos se quedó dormido sobre la ropa de Erick, aspirando el aroma que tanta calma y protección le brinda. Cuando tenía pequeños raspones por usar la patineta, su hermano se encargaba de cantarle y liberar feromonas para que su llanto no aumente.

Erick fácilmente capta la atención de quien se interponga en su camino.

—Algún día tendré que decírtelo —susurra el ojiverde, sonriendo vagamente mientras pasa los dedos por la cabellera sedosa de Christopher—. Recuerda que te quiero muchísimo, hermanito.

Se aleja para ir por su celular que está vibrando en el escritorio, respondiendo en voz baja y con las mariposas revoloteando por cada fibra de su organismo, cuelga la llamada.

Todo estará bien.

Escribe una nota para Chris dejándola en el velador, lo mira por última vez y deja un beso en su mejilla. Colgando la pequeña mochila en su hombro izquierdo, coge una botella de agua y las llaves de su vehículo. Mientras baja por el elevador piensa en si es correcto lo que hace. No lo tomen a mal, le gusta Joel, mucho, demasiado. ¿Pero si todo va muy rápido? ¿Y si no funciona? ¿Y si es una simple ilusión?

Menea la cabeza para espabilar esa negatividad creada por sí mismo. Tiene miedo, claro que sí. No quiere volver a derramar infinitas lágrimas por otro Alfa. Tampoco quiere ser reemplazado. Mucho menos la opción más factible.

—¿Omega? —levanta la cabeza cuando escucha la voz grave, un temblor se apodera de él, a duras penas sonríe y no sabe cómo actuar. El tiempo parece detenerse al verlo, tan hermoso y perfecto con esa casaca roja que va a juego con la camisa blanca un tanto traslucida—. ¿O eres un ángel?

Un fuerte sonrojo en Erick causa que Joel ría a carcajada suelta.

—No digas tonterías —recrimina el Omega, saludando cordialmente al hombre de seguridad que los mira con una diminuta sonrisa.

—Solo puedo decir la verdad.

—¿Y cuál es tu verdad del día?

—Que eres un Omega muy hermoso —admite.


|N|O|T|A|

Primero quiero disculparme por no haber actualizado la semana pasada, pero estuve ocupada con otras responsabilidades. También quiero agradecer por el apoyo que recibe la historia. Espero esté siendo de su agrado.

> ¿Cómo va su día?

Besos.

LXS AMO INFINITAMENTE.

INSTAGRAM: JOERICK.BUBBLES

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Café y miel || JoerickDonde viven las historias. Descúbrelo ahora