Capítulo 25

33.4K 1.7K 931
                                    


-Dígame de una vez ¿Qué le ha dado esa mujer a mi prometida? – interrogo Alexander fríamente.

El doctor permaneció en silencio unos segundos.

-Anticonceptivos – respondió el doctor.

Alexander frunció el ceño.

-¿Anticonceptivos? ¿Con que fin? – pregunto el magnate.

-Son anticonceptivos muy fuertes, hacen un desastre con las hormonas y pueden dejar muy malas consecuencias, por esto no es usual recetarlos – explico el médico.

-¿Cómo que secuelas puede dejar? – cuestiono el magnate con la mandíbula apretada, tensa por la furia.

-Pueden ser varias, pero uno de las más graves es la infertilidad – respondió el médico.

El magnate sintió como si un balde de agua le cayera encima.

-Afortunadamente Aleidy no estuvo mucho tiempo con ellos, necesito que los deje de tomar de inmediato con esto probablemente no haya más que un pequeño problema hormonal – tranquilizó el doctor.

Alexander mantuvo el aire unos segundos, estaba furioso y eso sus ambos compañeros lo notaron de inmediato.

-¿Qué va a pasar con Marie? – preguntó el magnate con disgusto al pronunciar aquel nombre.

-Se le confiscará su licencia, hasta aclarar su situación – respondió el doctor con cautela.

Alexander apretó su puño, y miro a sus dos colegas al frente de él.

-Eso no es suficiente – gruñó el magnate.

La línea permaneció en silencio unos segundos, pero los hombres frente a él entendieron el mensaje.

-Son las políticas del hospital señor Hudson – contestó el doctor.

Alexander quiso rodar los ojos.

-Entiendo, solo le pido que me mantenga informado de cualquier cosa – decreto Alexander.

-Claro, termine con el medicamento cuanto antes – recordó el doctor.

Como si el magnate lo fuera a olvidar.

-Lo haré, gracias doctor Henderson – se despidió el magnate.

-Los veo pronto señor Hudson – y así ambos finalizaron la llamada.

Antes de que los hombres frente a él, empezaran a lanzar preguntas, Alexander bebió todo el contenido de su vaso.

-¡Brown! – grito el magnate a uno de sus guardias.

El hombre con traje negro, piel morena y corte militar rápidamente entró a la sala.

-¿Si señor Hudson? – preguntó el hombre.

-Que los de servicio eviten darle rotundamente los medicamentos a la señora Hudson y que todos los dejen en mi oficina y la cierren – ordenó Alexander.

-Como ordene señor – respondió el hombre y salió de la sala a cumplir dicha orden.

Se llevó una mano al rostro frustrado, la furia circulaba en su sistema como lava corriendo, pero a su vez la ansiedad de no tener a su pequeña entre sus brazos lo hacía sentirse más molesto y eso que solo estaba a unos metros de distancia.

Una gran parte de él se sentía furioso consigo mismo, pues Dios era testigo que no había guardado aquello de Marie con otra intención que no fuera la de proteger a su pequeña de las inseguridades que aquello le hubiera podido causar, pero claro que ahora se podía malinterpretar, y otra razón era que fuera tan estúpido para no vigilar a Marie de cerca.

MAGNATE AMADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora