Tres

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Louis siempre se había considerado alguien con poca paciencia. Desde el momento en que puso un pie en una tripulación, su carácter se había formado, pasando de ser un chiquillo miedoso que se escondía cada vez que alzaban la voz, a quien era hoy en día.

Porque tenía sus problemas, lo sabía, no lo dejaban menos arrepentido de cómo era, porque con ellos, había luchado contra todos los demás.

Había escapado de los horrores de su hogar, dejando atrás a una madre cobarde y sin valentía que se hundía lentamente frente a sus ojos en una tristeza y sumisión sin igual. Sin embargo, nunca pudo escapar de lo que lo perseguía: la violencia.

Escapó de las garras de un hombre violento para ser puestos en el mismo lugar, pero a mano de otra persona. Era en su primer barco quienes lo obligaban a hacer cosas de las que no estaba orgulloso, sin embargo, tuvo que hacerlo para poder seguir con su vida.

Conocía a las personas corrompidas y dañadas, conocía la manera en que éstas agachaban la mirada ante la presencia de una voz alzada, del más mínimo atisbo de agresión y cómo sus ojos se apagaban lentamente como una vela en una tormenta, sin defensas. Porque él estuvo en su lugar.

Él estuvo en el lugar de Harry y eso parecía hacerlo dar pasos hacia atrás. En situaciones en las que atacaría sin pelo en la lengua, se veía incapaz de hacerlo.

—Capitán—. Un golpe en su puerta lo sacó de sus pensamientos, su mano soltó el lápiz atenazado con fuerza entre sus dedos, volviendo a alzar la vista fuera de la bitácora en su mesa.

—Pasa—. Habló con la voz un poco ahogada, aclarándose la garganta. Liam Payne, la pareja de su primer oficial, asomó la cabeza desde la puerta y Louis le alzó una ceja. —¿Qué quieres?

—Mi guardia ha terminado—. Su cuerpo robusto se hizo presente. Louis había contratado a este artillero hace unos meses, lo encontró golpeado como un cachorro sin hogar. —Todos los hombres están bajo cubierta, durmiendo y no he visto nada alarmante, capitán.

Louis asintió pensativo, tirándose hacia atrás en su silla. —Puedes retirarte, yo me encargo desde ahora.

Liam le asintió, retirándose con respeto.

Y hablando de personas dañadas.

Soltó un suspiro cuando su vista bajó hacia el mapa destrozado, una de sus manos masajeando su sien. Sabía que, si no conseguía ese mapa, iba a observar morir a una de las personas más importantes en su vida.

Y si Harry le estaba mintiendo, realmente iba a sentir pesar al ver sus ojos de ciervo marchar.

Con un último vistazo hacia su mesa, tomó la chaqueta colgada en el respaldo de la silla, deslizándola por sus hombros y saliendo a la oscuridad de la noche.

Estaba despejada, más brillante que nunca y el mar parecía calmado, el movimiento bajo sus pies leve. Dio un rápido vistazo a su alrededor, agradeciendo que fuera así. Con la luz de la luna, su trabajo se hacía mucho más fácil.

La primera hora se mantuvo tranquila, Louis simplemente jugando con el filo de su espada y acompañado simplemente del sonido de las olas.

Sin embargo, la segunda hora, algo cambió.

Louis alzó la cabeza con el ceño fruncido, el aire sintiéndose más pesado en sus pulmones. Guardó la espada en su funda lentamente, parándose erguido y con su mente un poco mareada.

Un susurro en sus oídos.

Se dirigió a la borda con pies acelerados, sus manos se apoyaron en esta e inclinó la cabeza hacia delante buscando la procedencia del sonido calentando lentamente sus entrañas. Pero no había nada.

The Weight of The Water (l.s)Where stories live. Discover now