•Prólogo•

840 58 8
                                    

Todos en algún momento de nuestras vidas hemos tenido los llamados "5 minutos de fama", o mínimo hemos fantaseado con llegar a tenerlos algún día, que envidia siento actualmente por esas personas que, ahora que lo he vivido y me atrevo a decirlo, siguen añorando algo con lo que no vale la pena soñar, pero, a fin de cuentas, solo eso: anhelandolo. Puede que esa sensación se sienta como tocar el cielo con la punta de tus dedos, y, de hecho, sí se siente así. Pero, como alguna vez dijo cierta persona, todo lo que sube tiene que bajar, y así sucede, por algo solo son "5 minutos". Es como que le quiten un juguete prestado a un niño pequeño, siendo tú este niño que se niega a dejar ir algo que lo hizo tan feliz, aunque fuera de manera momentánea. Definitivamente no es agradable ver como pasas de ser el centro de tu propio universo gracias a ser relevante en la vida de personas ajenas a ti, sintiéndote especial, único, talentoso e importante a volver a ser un extra en la vida de esas personas que solo te tenían en presencia por esa pequeña hazaña cumplida, y alguien insuficiente para tus adentros.

Soñar con la fama no es tan malo, lo que si es bastante incoherente y hasta masoquista es recalcar que solo la deseas por un lapso de tiempo determinado, nada más. Considero que, aunque suene avaro, se debería aspirar a un reconocimiento permanente y a un renombre casi inquebrantable. No obstante, como ya mencioné, esto tampoco es del todo bueno pues, como ya muchos habrán deducido, solo aquellos afortunados o privilegiados del sistema (o quizás ambos) son capaces de retener esa fama de manera estable, y, lastimosamente y como ya se habrán podido dar cuenta en el tono tan melodramático de mi pequeño monólogo, yo no fui capaz de retener esa atención por mucho más tiempo del que logré.

Creo que no está de más aclarar que, por lo menos, esa pequeña porción de fama estuvo bien merecida: Yo y mi hermano no vencimos a un ser al cual literalmente le decían "El Diablo" ni nos tomamos la molestia de salvar quién sabe cuántas almas de sus garras y las de sus secuaces por nada (dejando de lado que uno de nuestros objetivos principales e iniciales era salvar nuestros propios pellejos, claro). Pero ¿Quién soy yo para recriminar? Después de todo, no es como si yo fuera una de las creaciones de un tal Sr. Disney.

No me malentiendan, no es que me esté desquitando o que le esté tirando el agua sucia a Oswald (el conejo de la suerte) o a Mickey Mouse (...el ratón), después de todo, ellos, como cualquiera, tienen sus propios problemas, preocupaciones y remordimientos que los persiguen sin necesidad de que una taza roja que quién sabe de dónde salió lo haga. Si se contrariaron en la parte de "remordimientos", déjenme aclararles que con esto es lo que carga el menor de los 2 hermanos, al ser el remplazo un tanto descarado de Oswald, el ahora considerado, ilógicamente, Toon olvidado. A lo que quiero llegar con este pequeño desvío es que ni Mickey, ni Oswald, ni Félix (el gato. También bastante detectado por aquí y también considerado, incongruentemente, como olvidado), ni ningún otro Toon que haya podido lograr lo que yo no, tiene la culpa de como he decidido llevar mi vida hasta ahora.

Tampoco puedo negar que, cual niño berrinchudo, me parece una injusticia del mismísimo destino, aunque, bueno, no me puedo quejar del todo, pues tengo una familia a la cual quiero y que me devuelve ese cariño. De hecho y ya siendo sinceros, creo que ese pequeño discurso sobre la fama y toda esa mierda fue un tanto innecesario ya que a pesar de que, efectivamente, no se sintió para nada bien haber vuelto a ser alguien sin relevancia después de recibir tanta atención proveniente de un montón de terceros, esto, al fin y al cabo, solo me hizo notar un vacío que resultó siempre haber estado ahí. Vacío que no me sentía cómodo intentando llenar con alguno de esos terceros, entablando algún tipo de amistad o conexión amorosa. Vacío que no me había importado hasta esos "5 minutos de fama".

Estoy consciente de que, probablemente, alguna persona al día de hoy ya me habría podido ayudar a llenar ese hueco espacio, de no ser porque, como todo el exigente que soy, los veía a todos y cada uno de ellos como seres a los cuales no les interesaba en lo más mínimo crear algún tipo de lazo lo suficientemente personal como para poder llenar ese lugar desocupado en mí.

Tal vez, necesito a alguien que empatice conmigo en ese temita de la soledad, alguien que me libere de la monotonía en la que ahora vivo, alguien con quien sienta que soy una parte importante y fundamental del rompecabezas al cual llamaríamos relación...

Alguien que le ponga color a mi vida...

Tinta negra, corazón no tan oscuroTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon