•Capítulo 3•

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Pude ver el gesto de sorpresa con un pobre intento de discreción no solo por parte del Sr. Kattle, sino que también del astuto Mugman, lo cual me confunde, se supone que esa era la respuesta más viable en esta difícil situación (para mí, claramente). Puede que Mugman me haya creído capaz de negarme descaradamente ante los ojos llenos de anhelo del Sr. Kattle y, de ser así, estoy bastante ofendido.

- ¡Ah! ¡Que bueno, hermano! Los chicos estarán felices de que por fin aceptes una de sus invitaciones a nuestros planes - Dijo Mugman, siendo el primero en reaccionar, después de unos segundos, a mi respuesta, junto con una amplia sonrisa. - Esperemos que ese hombre haya amanecido de buenas y no le ordene a Mickey elaborar todos sus pendientes un Domingo -

Como respuesta solté un pequeño bufido en señal de afirmación, el cual, enfatizando un poco en él, fácilmente se podría interpretar como un gesto de irritación. No era para menos, estaba aceptando esta invitación a las malas y por mera presión social (si es que esa es la manera correcta de llamar al sentimiento de culpa que se habría generado en mí por decepcionar de manera tan irreverente al Sr. Kattle). A pesar de esto, intenté cambiar mi actitud quejumbrosa al ver la notable felicidad con la que se encontraba el susodicho, definitivamente me alegraba bastante verlo así, y, como ya dije: ¿Quién sabe si algo me espera allá afuera?

Después de seguir conversando por un poco más de tiempo acerca de más temas al azar aun cuando cada uno ya había terminado su respectivo desayuno, Mugman y yo nos dispusimos a lavar los platos, vasos y cubiertos que habían sido ensuciados en el proceso, y a limpiar las pequeñas partículas de comida que se habían derramado por ciertas partes de la mesa y el suelo, dejando la sala limpia. Ya cuando habíamos terminado estas acciones como todas las tazas consideradas y colaboradoras que somos, fuimos libres de gastar a nuestro antojo lo que nos quedaba de fin de semana. Yo, por mi parte, decidí sentarme a ver si había algo en la televisión que captara mi atención, mientras que Mugman, después de estar un rato haciendo no sé qué, decidió sentarse junto a mí. No me molesté en intentar iniciar una conversación o en proponer alguna acción menos soporífera, sé que el que Mugman me haya invitado otra vez a sus planes no es una acción mal intencionada ni mucho menos, lo que sí me parece bastante bajo es chantajearme emocionalmente con el Sr. Kattle, independientemente de que, probablemente, esa fuese la única manera de sacarme de la inercia en la que vivo. Podría seguir justificando mi molestia hacia Mugman y de como esta no es una actitud desagradecida, pero el ya mencionado se atrevió por fin a decir lo que, muy notablemente, tenía guardado desde que se sentó junto a mí:

- ¿Quieres...? ¿Quieres ir al pueblo en lo que son las 3:00? - Dijo con un tono inseguro, sabía que estaba molesto. De todas formas, acepté.

Generalmente, cuando tenemos que discutir (por temas que son lo suficientemente serios), preferimos evitarnos el riesgo de que el Sr. Kattle nos escuche, por lo que sacamos la carta de que vamos a dar un paseo por el pueblo. Este acuerdo interno era ideal, especialmente en esta situación, además que quería cuestionarle a Mugman el por qué, esta vez en especial, me había dado la invitación con mentiras involucradas.

Ya cuando le informamos al Sr. Kattle acerca de nuestra salida y de que estaríamos volviendo a la hora del posible encuentro con los otros Toon's, salimos de la casa y nos dirigimos a nuestro imprevisto destino. La pulsación de dos pares de zapatos era lo único que mis sentidos podían percibir durante esa incómoda caminata, cuando salíamos a tener privacidad para debatir temas delicados (si es que así los podemos llamar), muy pocas veces aparecía este tipo de silencio, pues, a pesar de todo, alguno de los dos siempre sabía que era el que tenía que iniciar el diálogo, ya fuera para disculparse o para recriminarle al contrario sus errores, si es que no se había dado cuenta de que él era quien se había equivocado en dicha situación. Teniendo en cuenta esto, habrá nacido la duda del por qué no le he dicho a Mugman lo sucio que fue meter a nuestro tutor en medio de sus muchos intentos de llevarme a sus viajecitos, pero, como ya mencioné, es muy fácil tachar esta actitud como un comportamiento meramente caprichoso y, más que todo, desagradecido. Este pensamiento se iba reforzado y fortaleciendo a medida de que pasaba el tiempo y Mugman seguía con esa mirada realmente molesta, que muy pocas veces lo caracterizaba, los papeles se habían invertido en un santiamén en cuanto la pelea no verbal acerca de quién tenía que dejar de lado su orgullo e iniciar un debate había empezado, y den por seguro que en muchas otras situaciones yo habría estado más que complacido de remarcar los errores cometidos por el pequeño Mugsy, sin embargo y como ya he dicho: los roles se intercambiaron súbitamente y ahora Mugman era el que me trataba con una actitud un tanto despectiva esperando, probablemente, algún tipo de explicación, en este nuevo caso, acerca de mi actitud; mientras que yo, aunque empezando a notar de a poco que puede que yo haya contado con un proceder más erróneo, si es que nos comparamos, me mantenía con una actitud menos altiva y hasta sumisa, pero sin intención alguna de dar algo parecido a lo que sería una disculpa y ahora mucho menos una recriminación.

Tinta negra, corazón no tan oscuroحيث تعيش القصص. اكتشف الآن