CAPITULO VEINTICUATRO

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La vida no es siempre justa, muchas veces pensamos que por no tener lo que queremos es lo peor que nos ha pasado, pero siempre hay algo que es mucho peor y Felicity lo habia comprendido recién a sus casi 26 años. Cuando Felicity era más joven (y castaña) habia cometido errores, habia pensado que el hecho que la universidad cobrara tanto por una matrícula era algo sumamente injustos, años antes pensaría que los "Populares" de la escuela no debían ser deportistas sin cerebro y que era injusto que los genios pasaran desapercibidos, y cuando era niña se molestaría por no tener la muñeca que ella quería. Y ahora todos esos problemas que antes arruinaban su vida, que le molestaban profundamente no eran ni una fracción de los problemas reales. Lo que Artemisa le estaba contando, lo que le estaba diciendo acerca de su infancia... era algo impensable para Felicity.

Era una niña cuando descubrió los horrores del mundo, una niña que debió ser protegida por sus padres y que lo único que ellos hicieron por ella fue entrenarla para matar, convertirla en asesina. ¡Solo era una niña, por Dios!

Miro los ojos rojos de Artemisa, esos que ahora se veían más tormentosos, miro las pequeñas y delgadas manos, esa que hora le parecían estar sucias, miro su rostro, que ahora no parecía tan inocente como hacia unas horas. Artemisa no era solo una chica de 13 años. Artemisa era una niña que habia sufrido horrores inimaginables, que le habían robado la infancia, la inocencia, que habia sido obligada por su propio padre a asesinar y que ese mismo padre le habia apuñalado con toda la intención de matarla, ¡a su propia hija!

Artemisa esperaba las miradas de miedo, de decepción, esperaba que la mujer se alejara de ella, que la viera como el monstro que era, pero Felicity no eran alguien fácil de predecir, era espontanea, pero Artemisa definitivamente no esperaba que la estrechara en sus brazos, no esperaba que estuviera susurrándole al oído miles de "lo siento" por cosas que claramente no eran su culpa, ni esperaba las lágrimas que ahora ambas lloraban. Diggle las dejo tener ese momento, ese en el que la madre perdona los pecados de su hija, por que eso era Felicity para Artemisa, era lo más cercano a una figura materna que tenía, era quien le ayudaba en la tarea, era quien velaba por ella, a quien le habia dicho secretos que solo ellas sabían, y ahora era conocedora de todos sus pecados. Felicity era la madre de Artemisa Queen, pese a que no compartían lazos sanguíneos, ni habia ningún documento que lo dijera, amabas lo sabían.

— Lamento tanto que pasaras por eso sola. – dijo Felicity entre lágrimas. – lo lamento tanto.

Artemisa solo volvió a sollozar.

Oliver despertó poco después de las seis de la mañana. Artemisa habia dejado los teléfonos, tanto suyo como el de su padre, en silencio, dejando que las llamadas de Thea y Moira fueran directo a buzón, no quería dar explicaciones ni excusas falsas sobre porque su padre no habia respondido ni habia acudido con ellas luego de que atacaran a Moira.

Cuando Oliver abrió los ojos solo podía ver la luz que entraba por los tragaluces del techo, la mano de Artemisa descansaba sobre una de las suyas y ella dormía recargada sobre la mesa. Oliver apretó la mano de su hija, logrando que la rubia se despertara. Apenas Artemisa tuvo noción del donde estaba se abalanzo sobre su padre.

— No me vuelvas a hacer esto. – le dijo sollozando. – te lo prohíbo. – casi grito.

— Estoy bien. – le dijo el acariciando el rostro de la niña. – te dije que estaría bien. – sonrió haciendo que su hija riera entre lágrimas.

El ruido de la risa de la Queen más joven alerto a los otros dos adultos que allí se hallaban.

— Gracias. – dijo Oliver con la poca fuerza que tenía. – creo que no morí. – dijo con humor.

Artemisa Queen || a Arrow/Young Justice fanfic ||Where stories live. Discover now