Perversa Obsecion.

14. Dos hombres como Stephen.

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Adelanto

Narra: Emma Watson.

"Esto es humillante".

Le golpeó la mano para intentar soltarme y este al fin me suelta el brazo, el cual quedó con marcas coloradas.

-Te tengo una nueva tarea-dice sentándose en su silla. -Acércate- dice mordiendo sus labios.

-¿Qué? No- digo retrocediendo un paso.

No pienso dejar que me toqué, al menos no por las buenas.

-No es lo que crees niña, solo acércate y no me hagas ir por ti-

Lo observó unos segundos buscando algo que delatar a su verdaderas intenciones, pero no percibí nada. Me acerco sintiendo mi pulso acelerarse a cada paso.

Él me toma la mano y me jala le delicadamente hacía el, rodeando mi cintura con su brazo.

-Dame un masaje- dice mirando mi boca. Gracias al cielo que no la alcanza.

-¿Está jugando conmigo?- digo molesta. Cuando me contrato dijo que no haría este tipo de "labores".

-No, pero si lo que quieres es jugar...- siento sus manos bajar a mis glúteos.

-NO- digo sujetando su sucia mano y manteniendo la lejos de mi trasero.

Eso pareció molestarle pues se levantó de la silla, yo intento retroceder pero el me sujeta los brazos. Esta tan cerca de mí que siento su respiración chocar con mi rostro, sus labios estaban entre abiertos esperando al mejor momento para atacar.

-La situación es sencilla o me das un masaje... O yo te lo doy a ti- dice tocando mi rostro con sus dedos.

Lo maldigo por lo bajo y me pongo detrás de su silla. El entiende mi elección y se sienta con una maldita sonrisa en su rostro. Dejo caer pesadamente mis manos en sus hombros, pero a él no parece molestarle, y eso me hace molestar a mi

-No sé hacer esto- digo viendo mis manos sobre sus hombros.

-Sólo intenta no estrangularme- dice tranquilamente. No se me había ocurrido, pero no parece ser mala idea.

-Ganas no me faltan- murmuro de malhumor mientras voy tomando el ritmo.

Podía escucharle murmurar algunas cosas raras acompañadas por unos jadeos.

-Espera un segundo, Emma- dice y me detengo. - Estamos haciendo algo mal- me pongo a su lado. ¿Tú crees, maldito imbécil? Todo esto que haces está mal, incluyendo tu existencia.

Puedo notar como sus ojos recorren mi cuerpo descaradamente.

-Quítame la camisa, gatita- murmura mordiendo sus labios.

-Ni loca- respondo de inmediato mientras intento correr a la puerta pero no logró dar dos pasos cuando me jala y me hace sentar sobre sus piernas.

Me remuevo un poco incómoda, intentaba alejarme de su notoria erección. Me intentó levantar pero el me sujeta las manos, su sonrisa perversa no tardó en aparecer.

-Gatita, las cosas serían tan diferentes si tan solo te dejaras llevar- murmura mirándome con deseo.

Me quedó quieta intentando calmarme.

-¿Qué piensa hacer?- digo evitando mirarlo.

-La verdad no lose, yo sólo quería un masaje pero tus jueguitos me están encendiendo mucho, gatita- dice haciendo un falso puchero. Desgraciado.

Se me escapa un suspiro al no poder contener mis nervios, miró mis manos aún atrapadas entre las suyas, no tengo como escapar, otra vez estoy a merced de este sujeto. Su ceño se vuelve suave.

-Ahora quiero un baile- murmura acercándose a mi cuello, me alejo evitando que sus labios me toquen.

-¿U-un baile?-

-Sólo eso... A no ser que tú quieras más- dice mirándome lascivamente.

-Pero yo no quiero bailar para usted- digo sincera.

-Creó que te he dejado muy en claro que no importa lo que tú quieras- dice fríamente, me enojo al reconocer la veracidad de sus palabras.

Definitivamente le importa una mierda lo que piensen o sientan los demás.

-Si, bastante-

-A mi modo o al tuyo, tú elige. Seré feliz con cualquiera- sin verlo venir me da un beso.

Desvió la mirada disgustada mientras asiento.

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