Capítulo 15

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Capítulo 15

Catalina se dio un largo baño caliente y se puso uno de los sencillos vestidos que había llevado. No sabía si la cena sería muy formal, pero se encogió de hombros; esa era su ropa y no había nada que pudiera hacer al respecto. Cuando entró en la sala que Bates le indicó vio a Leopold, muy elegante con unos pantalones oscuros y una camisa blanca, que la esperaba con el brazo apoyado sobre la repisa de la chimenea.

—Estás muy guapa —le dijo mirándola con evidente admiración.

—Gracias.

En ese momento, entró su madre con un elegante vestido de seda gris.

—Ah, queridos, ya estáis aquí. He invitado a los Atkinson a cenar.

Cat observó cómo su vecino apretaba las mandíbulas e intuyó que la noticia no le hacía muy feliz. Justo entonces, la puerta se abrió y Bates anunció:

—La señorita y el señor Atkinson.

Una mujer parecida a Alison, solo que en versión pelirroja y algo más joven, entró seguida por un atractivo hombre de pelo rojizo, apenas unos centímetros más alto que la propia Catalina.

La madre de Leopold hizo las presentaciones.

—Cat, estos son Pamela y Robert. Somos vecinos desde hace años.

—Encantada —respondió la joven.

—¿Así que tú eres la prometida de Leopold? —preguntó el hombre recorriéndola lentamente con unos descarados ojos azules.

—En efecto —afirmó Leopold que se apresuró a rodear la cintura de Cat con un brazo y la apretó contra su costado con un ademán posesivo.

—Me gustaría saber cómo os conocisteis —declaró la pelirroja, dirigiendo a Catalina una mirada rencorosa y con un tono que desmentía por completo el significado de sus palabras, añadió—: Me encantan las historias de amor.

—Verás —respondió Leopold enseguida, con una lucecita maliciosa en sus ojos—, somos vecinos y nuestras terrazas están separadas por una ligera barandilla de cristal. Nunca olvidaré la noche en que Catalina salió a la suya envuelta tan solo en una toalla de baño…

—Cariño, no es necesario que des todos los detalles —Cat escondió la cara en el brazo masculino con fingida confusión.

A Leopold no le pasó desapercibida la mirada asesina que Pamela le lanzó a la joven, pero cuando vio la expresión lasciva que se dibujó en el rostro de Robert, la situación ya no le hizo tanta gracia.

—Desde luego es mejor no dar tantos detalles —afirmó la señora Gallagher mirando a su hijo con desaprobación.

—Tienes razón, mamá, no quiero avergonzar a Catalina —respondió Leopold alzando la barbilla de Cat con dos dedos y depositando un apasionado beso en sus labios. Después de lo que a la joven se le antojó una eternidad, Leopold se apartó de ella con lentitud sin dejar de mirarla a los ojos y Catalina sintió que se ruborizaba, esta vez de verdad, pero la voz aguda de Pamela enseguida la sacó del extraño trance en que la habían sumido los labios masculinos.

—Pues parece que algo avergonzada sí que está —comentó la mujer, sarcástica, al tiempo que fijaba sus ojos desdeñosos en el sonrojado rostro de Catalina.

—Hijo, ya sabes que las exhibiciones amorosas me parecen vulgares. Será mejor que pasemos al comedor —declaró su madre con frialdad y salió de la habitación seguida de Robert y Pamela.

—Leo, prometiste que me tratarías de manera educadamente cariñosa —susurró Catalina, furiosa.

—¿No he sido educado? —preguntó su vecino fingiendo sorpresa.

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