5

3.3K 412 237
                                    

NAIN

"Háblale", solo debo decir más que tres palabras, solo debo mirarla a los ojos, abrir mi boca y pronunciar un "hola", solo eso.

Pero apenas se acerca mi lengua se vuelve pesada y mis manos comienzan a sudar ante la expectativa.

—Hola, ¿qué desea? —Pregunta. Su voz es firme y segura, lo cual solo hace que mi nerviosismo crezca. Me refugio en las palabras que ya he pronunciado una y otra vez.

—Un café, negro, por favor.

Asiente y se va, permitiéndome ver su espalda donde un cabello rojizo esponjado se balancea en dirección a la cocina.

Suelto un suave suspiro y miro por la ventana hacia el lago que tanto adoro.

Creo que todas las personas que han crecido en Osavia tienen un profundo amor hacia ese lago de aguas esmeraldas. En mi caso, los atardeceres que se reflejan en la superficie son de las cosas más hermosas que alguna vez he visto, y que jamás me cansaría de ver.

Los que me conocen dicen que soy un romántico por amar con tanta devoción las pequeñas cosas, como los atardeceres y el café, la sonrisa de una persona querida o la risa de un niño. Yo creo que solo sé apreciar de distinta forma las cosas.

Unas pequeñas manos cubiertas por pequeñas pecas dejan mi café en la mesa.

Acomodo mis lentes con nerviosismo y agradezco en voz baja, esperando que como siempre se aleje para que yo pueda reprenderme por ser un idiota y no hablar.

Pero ella se queda, cosa que me hace levantar la vista por primera vez en casi dos años. Me encuentro con un rostro que había visto a la lejanía durante semanas. Nariz respingona, labios rosados y amplios, mejillas redondas y de apariencia suave, y muchas pecas. Sin embargo, era la primera vez que veía esos ojos grises.

Contuve la respiración. Era hermosa, pero eso ya lo sabía. Era por esa belleza que yo me sentía intimidado y había sido incapaz de pedirle una cita durante todo ese tiempo.

—Perdón si soy entrometida. —Habla jugando con el lápiz en su mano. —Pero, ¿estás bien?

Estoy a punto de preguntar si acaso me habla a mí, pero claramente lo hace.

—Si, muy bien.

No me tiembla la voz, es un logro. Con un nuevo brío de seguridad en mí, me atrevo a hablar de nuevo:

—¿Por qué preguntas?

Vuelve a jugar con el lápiz, casi con nerviosismo. ¿Podría yo ponerla nerviosa? No, dudo de eso. Ella es una Amazona, yo soy una polilla.

—Llevas viniendo todos los días desde hace casi dos años a la misma hora. —Musita en voz baja, pero su voz no pierde su tono seguro. —Ayer no viniste.

Lo sabía, había tenido que quedarme a una reunión en el trabajo y había lamentado no poder haber ido, pero no había esperado que se diera cuenta de mi ausencia. La verdad es que la Cafetería Amanecer siempre está con clientes, yo me considero uno más.

—Estoy bien. —Repito, perdiendo la valentía que hace segundo me había poseído.

Asiente con lentitud y se va a dar media vuelta cuando un último impulso de seguridad me embarga.

—Me llamo Nain.

Soy miope y tengo un poco de astigmatismo, así que no estoy seguro de si vi sus mejillas adquirir un ligero tono rosado o fueron impresiones mías.

—Bianca.

Vuelve detrás del mostrador y mi vista regresa al atardecer, pero una pequeña sonrisa se forma en mis labios.

No sé por qué su nombre me parece perfecto. 



Aparece mi bebé hermoso Nain y yo soy muy feliz
Espero que les enamore tanto como a mi en mi mente
Besososososos

Redes sociales
Instagram: toni_rmm

Un Café al AtardecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora